Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


¡Oiga, caballero!

03/08/2021

Andaba dándole vueltas a cómo explicarles en una columna, el virus pandémico del uso de la palabra «caballero», especialmente entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y camareros, cuando se dirigen a nosotros (ciudadanos varones), en vez de usar el tradicional vocablo castellano de «señor». Hoy, cuando llegas o entras en un bar, el camarero detrás de la barra te interpela diciendo: «qué va a tomar el caballero» o «caballero, póngase la mascarilla». No menos común es su uso cuando los de tráfico te paran en la carretera y te sueltan eso de «buenas tardes caballero, documentación». No olvido, en pleno confinamiento, aquel comportamiento incorrecto de un policía local de Madrid cuando, antes de poder ofrecer alguna aclaración, nos cerró con su vehículo y dirigiéndose a mi mujer y a mí con malos modos, nos soltó: «a ver caballero, a ver a quien de los dos sanciono». Pero la pasada semana en un hostal de carretera en la toledana Ocaña, un camionero llamado Chema, con el gesto que ahora les cuento, puso las cosas en su sitio. Cuando el camionero fue a pagar a la chica que atendía amablemente la barra, ésta le dijo: «caballero, son cinco euros». Chema, chaparro y con más horas al volante que el conductor de Raphael, se encaramó sobre la barra y, con educación, se arrancó y le dijo a la camarera: «señorita, no me llame usted caballero; o me dice chico o me dice joven o señor. Estoy harto del caballero, lo siento». Cuando salí de tomar mi café, me lo encontré echando un pitillo y comentamos que uno andaba también harto de ese uso del «caballero», con cierto retintín superior. Me senté con él y nos pusimos a hablar de su duro oficio de camionero. Yo le hablé de aquellos compañeros que en los años setenta y ochenta, nos daban a los conductores el intermitente para poder adelantar en las rectas y vados de aquellas carreteras de doble sentido. Chema me habló de su dura vida desde que se fue de su Almería a Pontevedra para hacerse camionero. También de sus tres hijos que le siguen en el noble oficio del camión. Me despedí de él, chocando su mano, y con placer caballeresco le dije: «salud y suerte, señor Chema».