Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


El brindis de Sergio

21/09/2021

En mi libro De frente, en corto y por derecho, cuento la anécdota, clavada como una espina en mi biografía, del brindis truncado de Maribel Atiénzar. Recordaba en el texto, con indisimulada nostalgia, lo que pudo ser un brindis, siendo yo un niño, que quedó en una tremenda frustración. Aquella tarde en la plaza de toros de Albacete, en un festival de mujeres toreras, la gran Maribel alternaba con sus compañeras a plaza casi llena. Meses antes, mi padre había operado a Maribel de una apendicitis y, conociendo la afición de este su hijo, le había prometido brindarme un novillo en aquella tarde. Nos sentaron en barrera del 2, adornada con su precioso capote de paseo que nos colocó su fiel peón Antoñés. Pero nada más abrirse de capote, el utrero le pegó a Maribel una seria voltereta, golpeando contra el ruedo su preciosa melena y pasando conmocionada a la enfermería, sin continuar la lidia. Compuesto y sin brindis se quedó aquel niño. Y esta espina la sacó de mi corazón el pasado martes, Sergio Serrano, quien, ante mis paisanos, en nuestra plaza de toros, y con un victorino por delante, me brindó la lidia y muerte del cuarto de la tarde. Lo que me dijo en el brindis, frente a aquel mismo Tendido 2, ya forma parte para siempre del invernadero de mis mejores recuerdos. Hay que tener una gran categoría personal y torería para trenzar, teniendo a metros a un victorino, una faena de hermosas palabras, cargadas de sentimiento y amistad, como las que me dedicó Sergio. Al recoger su montera, me la puse en el corazón y se la pasé a mi hijo Diego que me acompañaba, como un gesto de transmitirle el amor por la tauromaquia y mi deseo de que la ame y la defienda como su padre. Al entrar a matar, puse la montera boca arriba para que la fuerza del Cielo, sobre todo de ese padre que no pudo ver el brindis a su hijo, cayera sobre la espada de Sergio. Y al recibir la oreja de mis admirados alguacilillos, Sergio, en otro gesto de señorío, me la lanzó y la cogí al vuelo. Al final de la tarde, se lo llevaron, junto a Pinar, a hombros y yo me fundí en un abrazo entrañable con Juanjo Molina. Gracias, torero.

ARCHIVADO EN: Albacete, Toros, Plaza de Toros