Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Fiestas patronales

26/08/2022

Las noticias del regreso de las fiestas patronales tras el parón del COVID se han multiplicado de tal modo que amenazan con convertirse en un género aparte dentro de los informativos, igual que ocurre con las que cubren los incendios estivales o el sorteo navideño de la lotería. En el caso de la lotería, lo acostumbrado es plantar al reportero delante de la administración que ha vendido el número premiado. Al fondo, los agraciados esperan la señal de conexión para montar una algarabía espantosa, momento en que el periodista comienza a narrar la noticia con grandes aspavientos y gesto festivo. Por último, alguno de los premiados responde a la pregunta «¿qué piensa hacer con el dinero?». Las respuestas suelen incluir viajes y bienes inmuebles, y, por supuesto, el clásico «tapar algunos agujeros». Ese es el momento en el que se dispara el odio de la legión de ciudadanos que poseen billetes no premiados, lo que siempre es mi caso. Cuando oigo lo de los «agujeros», no puedo evitar pensar «pues empieza por tapar tu (piii) boca». Pero, claro, uno es un cascarrabias y un malaleche, y ya ni se molesta en disimularlo. Lo mismo me ocurre con los reportajes sobre el retorno de las fiestas patronales, con sus verbenas hasta la madrugada, sus encierros y el resto de sus entrañables costumbres. En este caso, el género prescribe que aparezca algún entusiasta (quizás algún concejal de festejos cuya existencia queda por fin reivindicada) explicando lo exultante que está la peña después de estos dos años de parón forzoso, y las ansias gigantescas de disfrutar de las tradiciones del lugar. Yo no puedo evitar imaginarme a una turbamulta de gañanes alcoholizados destruyendo el mobiliario urbano, impidiendo el descanso ajeno, pinchando a señoritas con una aguja y maltratando animales por las calles. Si esto es lo que se celebra con tanto bombo y platillo, más valdría que la fiesta se la montaran en su casa.

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