Ucrania es la guerra interna de Sánchez

Carlos Dávila
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El envío de armas ofensivas a Kiev marca un nuevo choque entre el presidente y sus socios leninistas, a excepción de Yolanda Díaz

España ha enviado al Ejército ucraniano 1.370 lanzagranadas anticarro y 700.000 cartuchos de fusiles y ametralladoras. - Foto: ZURAB KURTSIKIDZE (EFE)

Contaré una historia recentísima de la que soy testigo presencial. Este pasado martes y hasta las cinco en punto de la tarde, hora taurina clásica, Sánchez y la facción socialista del Gobierno se habían acomodado a las exigentes presiones de sus socios leninistas y se habían avenido a no suministrar a Ucrania armas de las llamadas ofensivas. El personaje que refrendaba esta posición ocupa una muy grande responsabilidad en el Ejecutivo actual, quizá, o sin quizá más bien, el más cercano al propio Sánchez. El protagonista de esta sucinta historia se refugiaba en su explicación en un criterio que, horas después, tan pocas como ocho, saltó por los aires. Dejando atrás esa estúpida diferencia entre armas ofensivas y defensivas porque, poniendo un ejemplo elemental: ¿Es que una escopeta no sirve para matar directamente o para impedir directamente que te maten? Como siempre pasa, Sánchez, un malabarista tramposo del lenguaje, se acoge a esta clase de sortilegios para disfrazar sus decisiones. Introdúzcanse en internet y vean o escuchen el discurso del antecesor de Sánchez, Felipe González, en el momento de otra rectificación histórica: del «OTAN, de entrada no» al de «OTAN sí, pero no en su estructura militar». ¡Qué desvergüenza!

Sánchez no tenía solo medio día antes de que virara en redondo su decisión, el menor problema en enchufarse al reducido grupo de países europeos que se están resistiendo a una actuación directa en Ucrania. Es un sector de la Unión absolutamente irrelevante, tanto lo es, que ninguno de ellos, desde Chipre y Malta a la escarmentada Bulgaria, alberga en su territorio ni un solo metro de fábrica destinada a producir armas, sean estas ofensivas, defensivas o mediopensionistas. Este era el importante sector europeo con el que nos quería homologar el aún presidente del Gobierno. Entonces, ¿qué ha ocurrido para que en un plazo breve de apenas ocho horas, Sánchez, en otra pirueta más de su inconsistencia política, cambie de opinión y ahora sí anuncie en el Parlamento el envío de armas presuntamente ofensivas? Pues por lo que este cronista ha conocido lo que ocurrió en ese tiempo fue exactamente esto: los teléfonos de la Moncloa y del Ministerio de Exteriores no dejaron de sonar. Bruselas, el primero el Alto Representante de la Unión Europea, José (así se le ha llamado siempre) Borrell, estupefacto y también incluso el entorno de la presidenta, la alemana hoy muy reforzada, Ursula von der Leyen, se movilizaron para afear al presidente español su negativa a exportar armas para la resistencia de una nación mártir como Ucrania.

Podemos, el gran perdedor

Esta es la historia en la que hay un claro perdedor: Podemos. Esta coalición leninista impuso durante días, desde que empezó la criminal invasión de Rusia, la exigencia de no ayudar a los agredidos. Confesaba el mencionado representante del Gobierno que la única interlocución que Sánchez mantiene con los socios comunistas es con Yolanda Díaz que siempre, eso es cierto, escucha pero que no hace nada porque, esto es también una revelación de este sanchista: «solo le importa lo que le atañe a sí misma». La señora Díaz, cada mes más separada de su grupo de origen, logró que en un momento inicial Sánchez acordara con ella el No al envío de esas tópicas armas. Díaz se ha visto tan estafada después como todos sus colegas de Gabinete pero, ¡oh milagro!, el miércoles fue la única ministra de su perversa ideología, que se levantó para ovacionar pastueñamente el discurso de su jefe nominal. Los demás, ¿qué decir del pobre Garzón barrenero de la OTAN? se quedaron petrificados en sus escaños. Ahora bien que quede clara esta constancia: todo esto no cambia para nada la decisión inveterada de permanecer en el machito. Pero, ¡hombre de Dios!, ¿dónde van a ir esta ralea de insensatos? Pero ¿es que a alguien se le puede ocurrir que van a dimitir de acuerdo con su sintonía con el más criminal preboste de nuestro tiempo, Vladimir Putin? Seguirán porque su alternativa no es otra que las tinieblas exteriores y la irrelevancia a costa de sus bolsillos y no como ahora viviendo opíparamente de nuestros impuestos.

Sánchez tiene aherrojados a sus cómplices por el dinero y por los cargos. Esta es la contrastable verdad. Todavía, ya lo comprobarán, existirán más ocasiones para que Podemos vuelva a incomodarse con Sánchez. Nadie en el mundo entero duda de que la aventura asesina del presidente ruso no termina con los bombardeos de Kiev. Para nada. Ya no tiene otro remedio que correr hacia adelante, porque como se suele decir clásicamente, cuando se comete un error se comete hasta el final, y no hay una sola pista que conduzca a pensar que la colonización rusa de Putin se clausure en Ucrania. Todos nos sentimos amenazados, pero sobre todo los países bálticos, Suecia, Finlandia y hasta Suiza. El imperialismo homicida de este comunista enriquecido no tiene fin, por eso Sánchez no guarda más solución que plantearse otro remedio que expulsar a los leninistas del Gobierno, gobernar en minoría lo que queda de legislatura, y tomar decisiones exteriores pactadas con alguna oposición responsable. Todo menos someter a este país, tan acomplejado y dormido, a las oscilaciones de su inconsistencia, a mil rectificaciones que deterioran la imagen de España, la España que no es invitada a las grandes convocatorias universales comandadas por el presidente Biden. ¿Cómo va a llamar al presidente español, un individuo conchabado todavía con el más rancio comunismo criminal? La guerra interna de Sánchez solo puede acabar con la marginación de sus más peligrosos y repugnantes aliados. Pues bien: ¿qué va a hacer Sánchez en consecuencia? Pues nada: seguir del brazo y por la calle con estos sujetos que no tienen la menor acogida en la Unión Europea. Y, ¿saben por qué? Porque como indicaba el gobernante infrascrito, Sánchez se encuentra «cómodo» con estos herederos del peor Stalin o amigos de ese sanguinario Maduro que se ha colocado en el bando, como corresponde, del asesino. Sánchez, como solía repetir Manuel Fraga de los socialistas en general, «solo aciertan cuando rectifican». No lo ha hecho porque se haya convencido de que ese es el camino correcto, sino porque no ha resistido a la presión de Europa, de una Unión que cada día más acendra sus cautelas, sus prevenciones ante la volubilidad de este hombre cambiante que todavía está instalado en el poder.