José Cuenca: "Los que importan son los serranos"

A.D.
-

«Vale la pena llevar al conocimiento de los urbanitas que mandan en Madrid algo que no acaban de entender: el drama de la España vaciada»

El diplomático y escritor José Cuenca

José Cuenca regresa a las librerías con La ruta de los monteseros y otros relatos, con editorial Renacimiento. El autor, entre otros, es embajador de España. Fue director del Gabinete técnico del ministro (1978), secretario general Técnico  (1981), director general de Europa y Asuntos Atlánticos (1982), embajador en Bulgaria (1983), en la Unión Soviética (1986), puesto que conservó ante la Federación de Rusia (1991), en Grecia (1993) y Canadá (1999).  Es miembro correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia  y Legislación y académico de Número  de la Academia de Diplomacia. Es Hijo Predilecto de Iznatoraf, en Jaén, y Medalla de Andalucía. Ha publicado Sierras, perdices y olivares, en 1996; La sierra caliente, en 2003;  Encuentros de un Embajador con Don Quijote (2008); La noche de bodas. Relatos de Cazorla y de Segura (2010); De Suárez a Gorbachov (2014); Las mentiras del separatismo. Cataluña y Quebec, en 2019, que verá en breve una nueva reedición. El escritor comentó a La Tribuna de Albacete algunas de las claves de su último libro, La ruta de los monteseros y otros relatos y adelantó sus próximos proyectos literarios.  

¿Es una condición necesaria que el autor se divierta al escribir, a la hora de sentarse frente a una cuartilla en blanco o una pantalla de ordenador?

Para algunos autores, escribir es llorar y sus libros nacen con dolor, en un parto difícil que les cuesta recordar. No es mi caso. Yo me lo paso en grande delante del ordenador y comparto el parecer de García Márquez, que disfruta con el insaciable y abrasivo vicio de escribir.

En su caso, se dan dos notas esenciales para abordar una obra como La ruta de los monteseros: domina tanto la técnica de la escritura como el arte de la caza, ¿fundamentales a la hora de decidirse a escribir otro libro como este?

No sé lo que haré en el futuro. Como digo, me gusta escribir. Y puede que vuelva a reincidir, ya que vale la pena llevar al conocimiento de los urbanitas que mandan en Madrid algo que no acaban de entender: el drama de la España vaciada.

¿Por qué, además, centrarse en una variedad específica de la caza, como es el reclamo?

Porque es una apasionante forma de cazar. En el libro cuento que el reclamo no es de ahora: existía ya en la Grecia de hace dos mil quinientos años. Hoy, tras muchos altibajos, en Castilla La-Mancha practican esta caza miles de pacientes y sufridos cuquilleros. Y a ellos les dedico cinco de los catorce relatos.

Esta obra tiene una vinculación especial con una determinada geografía que conoce muy bien, el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. ¿Qué tienen de especial estos parajes para ambientar la acción?

Nací en Iznatoraf, histórico bastión de las llamadas Cuatro Villas. Y en ese pueblo, y en Villarrodrigo, han transcurrido los primeros años de mi vida. Por tanto, es lógico que trate de llevar a mis lectores la belleza de ese portentoso Parque Natural, que conozco como la palma de mi mano.

Pero si el paisaje es fundamental, también lo es el hombre, esos pastores y guardas forestales y furtivos que tan bien conoce, ¿cómo son estas personas y qué papel tienen en estas historias?

En este gran cuadro que diseño, el marco es importante; pero lo que cuenta de verdad es la pintura. Y en ella aparecen los pastores, los furtivos y los guardas forestales que usted cita. Llevo muchos años reuniéndome con ellos. Y lo sigo haciendo con los pocos que aún perviven, en un homenaje a los amigos que ya faltan y a los tiempos que se fueron.

¿Podríamos estar ante un libro que pone en su sitio y reivindica estos hombres y mujeres tan especiales?

Sí, de eso se trata. Tengo escrito, en una de mis obras anteriores, que sin sus hombres y mujeres, la Sierra es solo piedra. Son hermosos los espacios que describo, pero lo que importa de verdad son los serranos. Sin ellos, este libro no valdría la pena.

No olvida tampoco a otros protagonistas, los animales, los perros por ejemplo, ¿fundamentales también en estas historias?

El amor del campesino por sus animales ha sido descrito muchas veces. Ahí tenemos las conmovedoras palabras que Sancho dirige a su querido y entrañable Rucio, al que llama compañero y amigo. La ruta de los monteseros contiene dos capítulos, Pancho y China, dedicados al hondo sentimiento que une a los cazadores con sus perros. El último relato se refiere a la muerte de la China. Y concluye con estas palabras: bien merece entonces una lágrima quien tan cerca supo estar del corazón de su amo. 

¿Otra característica de La ruta de los monteseros está en trasladar al lector del siglo XXI un mundo, unas gentes que están a punto de desaparecer, si no lo han hecho ya?

De los viejos oficios de la Sierra ya no queda casi nada. Han desaparecido los pegueros, los pineros, los ajorradores y las gentes del camino: las discretas recaderas, los bravos arrieros y los que hacían a la recova. Ya no los recuerda casi nadie; pero yo los he traído hasta estas páginas, para que los jóvenes sepan cómo eran y vivían sus abuelos.

¿Hay algo de nostalgia también y una llamada de atención a todos, ahora que se habla tanto de la España vaciada?

Sí, existe un componente de nostalgia. Pero lo esencial es un problema de plena actualidad: el drama de la España vaciada. En los años cincuenta y sesenta se produce en nuestra tierra la ruptura de los equilibrios entre el campo y la ciudad, con el demoledor impacto que describo en estos términos: cortijos estragados, casas forestales derruidas, huertas sin cultivo, viejas espadañas sin campanas.

¿Continuará con otra obra de ficción o se decantará por un ensayo como hizo en Las mentiras del separatismo?

En las próximas semanas, la editorial Renacimiento pondrá en las librerías una nueva versión de Las mentiras del separatismo, con una larga introducción que justifica esta tirada. Es esencial insistir en este tema porque, a medida que el independentismo pierde impulso en Cataluña, se incrementa el lavado de cerebro en las escuelas. A veces con afirmaciones tan ridículas como decir que Macià fue fusilado -lo acaban de afirmar- por las huestes de Madrid. Los chicos de mi generación aprendimos la verdad: que el entonces presidente de la Generalidad murió de apendicitis, en diciembre de 1933. Ahora, a los estudiantes catalanes se les enseña la mentira clamorosa que acabo de citar, para hacer de Macià una víctima del Estado opresor. Una patraña más.

Embajador, De Suárez a Gorbachov, su obra publicada en  2014, fue otro descubrimiento. Seguro que la situación europea actual daría para mas de un ensayo, más de un relato, incluso para una novela…

De Suárez a Gorbachov es un libro de largo recorrido, que vuelve a estar de actualidad. No son unas memorias, sino tres testimonios sobre hechos importantes vividos por mí. El tercer apartado se titula El fin de la Unión Soviética, y en él se analiza la desaparición de la URSS, que seguí desde mi despacho de embajador en Moscú.

Por cierto, siempre presentó sus obras en una tierra tan querida para usted como es Albacete, ¿descarta por el momento la presentación de La ruta de los monteseros y otros relatos? 

La pandemia impidió presentar en Albacete Las mentiras del separatismo, según teníamos programado. Y lo mismo está sucediendo ahora. Pero esta ola pasará. No,  no descarto la presentación del nuevo libro en esta tierra tan querida, donde tengo muy buenos amigos.