Ovillos... y punto

E. REAL JIMÉNEZ
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El único 'enganche' sano por las agujas es la pasión por el punto, y en la capital toma forma bajo un proyecto que reúne a diario a decenas de 'tejeadictas', que alaban su poder relajante

A diario son decenas las ‘tejeadictas’ que se dan cita en el local de Pilar Callejas. - Foto: José Miguel Esparcia

No es una toquilla, así se le decía antes, es un chal, y se lleva de otra manera», advierte Pilar Callejas. Es el alma mater de una exitosa iniciativa que se esconde en pleno corazón de la urbe. Un lugar donde una tradición que, durante ya siglos, se ha transmitido de tatarabuelas a bisabuelas y éstas a sus hijas, nietas y ha llegado a las bisnietas, ha resurgido: el punto. La pasión por tejer se ha colado en las venas de un grupo creciente de mujeres, entre las que de vez en cuando se atreve algún hombre y cuyo gusanillo también ha ‘picado’ ya a varios niños. «A las nuevas generaciones se les da muy bien, no es algo de personas mayores, sino de todas las edades», añade.

Tejeadictos nació fruto de varias circunstancias. Pilar vivía en Hellín y se trasladó, por motivos personales, a Albacete. Atrás dejó su carrera de Derecho, su profesión como procuradora y avanzó hacia un nuevo futuro, primero como madre y trabajadora de una empresa privada y, cuando la crisis se llevó por delante «a la mitad de la plantilla» -recuerda-, como emprendedora.

«Esto es como una familia, somos mínimo 30 personas que siempre estamos aquí» y eso se palpa en  el bullicio. «A veces es hasta complicado entendernos», reconoce.

moda que vuelve. El punto de encuentro, en la calle Pedro Coca, abrió sus puertas hace seis años y poco a poco ha ganado adeptos. A pesar de ello «de vez en cuando entra alguién y nos pregunta que cuándo hemos abierto», sonríe. 

Callejas dice que su pasión no es nueva, «siempre he tejido, toda la vida», pero, cuando le llegó el momento de reconducir su vida profesional, no dudó y puso en marcha su tienda de lanas. No parecía un concepto nuevo, ni una idea innovadora, pero el día a día la ha reconducido hasta un punto en el que se siente feliz. «En los 90 esto no se llevaba nada; ahora es todo lo contrario, vuelve a haber interés por las agujas y la lana».

El local alberga una escuela de tejedores, una escuela de punto y crochet y una tertulia. «Recuerdo con mucho cariño de pequeña, las tardes que pasaba con las mujeres de mi familia, sentadita en una silla alrededor de una mesa camilla, con mi madre, mis tías, mi abuela, y todas haciendo punto».

 

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