Editorial

Ciudadanos se encamina hacia el fin que ha perseguido

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Ventila sus últimas cenizas con enfrentamientos cada vez más cainitas

Ciudadanos merece mucha menor atención mediática de la que recibe. Su posición parlamentaria, agudizada con todos los pronósticos electorales existentes sobre la faz de la tierra, señalan su absoluta irrelevancia. Pero sucede que Ciudadanos todavía forma parte de muchos gobiernos. En Albacete, sin ir más lejos, sostienen al PSOE en la Alcaldía capitalina. Porque Ciudadanos es así: llegó con esa pátina de partido sin ideología que pretendía ser algo parecido a un corrector electoral que inclinaría gobiernos atendiendo a las necesidades del país, pero todo resultó ser mentira. Apoyó a las listas más votadas como lo hizo con las menos votadas. Apoyó a la izquierda como lo hizo con la derecha. Ganó las elecciones en Cataluña y ni siquiera se presentó a la investidura. Y pudo decidir el Gobierno de España pero prefirió forzar otras elecciones a ver si se cumplía la que a todas luces resultó ser única meta de su por entonces líder, Albert Rivera: sustituir al PP en el tablero político español y, a ser posible, hacerlo en primera persona. Si lo prefieren más resumido, es así: Ciudadanos vino a resolver problemas y se convirtió en un problema más. Por eso sus votantes están huyendo en masa.

Ayer se hizo público lo que se veía venir desde muy lejos: la candidatura de Edmundo Bal a presidir el partido en lugar de Inés Arrimadas, que se aferró al cargo con todas sus fuerzas tras la salida de Rivera como consecuencia de la debacle electoral de las últimas elecciones nacionales. Quiere mandar Bal como quiso mandar Francisco Igea, el único procurador autonómico de un partido que hace tres años decidió el Gobierno de Castilla y León y dilapidó, con sus idas, venidas, contradicciones y formas autócratas en la gestión de la crisis sanitaria desencadenada por el Covid, la práctica totalidad de su apoyo electoral. A Igea, tan dado a dar lecciones de moralidad, le ha faltado tiempo para cuestionar a Arrimadas, que también le arrasó en las primarias por el mando del partido. 

La volatilidad de la economía, del mercado laboral o de la estabilidad internacional se ha instalado en la política. España, que cimentó su transición en un bipartidismo agudo, se enfrenta al reflejo del espejo de la 'nueva política', la que llegó para enderezar los renglones torcidos de socialistas y populares y ha acabado purgando pecados homologables en un suspiro histórico. El ejemplo de Ciudadanos, que ventila sus últimas cenizas con enfrentamientos cada vez más cainitas, debe servir de ejemplo a todos los demás operadores en el ámbito político. Cuando un votante rompe su inercia histórica para confiar en una nueva formación, lo último que espera es que sea una mala copia de aquello de lo que huye.