Un año más, llega la Navidad, ese tiempo especial y diferente en el que celebramos el nacimiento de Jesús, que se hace pequeño y viene a nuestro encuentro en la fragilidad de un recién nacido. Este año el nacimiento del Hijo de Dios está más cerca que nunca de las personas más vulnerables, pues la Navidad llega en medio de un escenario plagado de luces y sombras. En la época en la que más luces brillan en nuestras ciudades, la oscuridad se hace más presente. Una oscuridad que llega de la mano de las víctimas de las guerras, de injusticias, de olas migratorias entre países, de secuelas de la pandemia y de la inflación.
Un año más, llega la Navidad, ese tiempo especial y diferente en el que celebramos el nacimiento de Jesús, que se hace pequeño y viene a nuestro encuentro en la fragilidad de un recién nacido. Este año el nacimiento del Hijo de Dios está más cerca que nunca de las personas más vulnerables, pues la Navidad llega en medio de un escenario plagado de luces y sombras. En la época en la que más luces brillan en nuestras ciudades, la oscuridad se hace más presente. Una oscuridad que llega de la mano de las víctimas de las guerras, de injusticias, de olas migratorias entre países, de secuelas de la pandemia y de la inflación.
En su trabajo cotidiano, Cáritas Diocesana, junto a las 65 Cáritas parroquiales con las que cuenta en el territorio, es testigo directo de las heridas que van dejando en buena parte de la población estos tiempos difíciles y complejos. El empleo precario, la exclusión social, la falta de oportunidades para jóvenes, la escasez de vivienda accesible para quienes tienen menos recursos o los problemas de salud mental y la soledad que se va enquistando en calles y hogares. Y es que, en muchas ocasiones, mientras ponemos las luces, colocamos las figuras en nuestros belenes y vestimos de bolas nuestros árboles, camuflamos las vidas de quienes más sufren.
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