Antonio García

Antonio García


Pantalón corto y sandalias

27/06/2022

No resulta baladí, como hace un columnista, cuestionarse la oportunidad de los pantalones cortos o las sandalias, ahora que aprietan los calores. El columnista que digo limita la opción a los centros de trabajo: ¿debe aflojarse la norma que los prohíbe en algunos lugares? Yo no albergo ninguna duda de que sendas prendas deberían prohibirse en cualquier espacio público, incluyendo el más público de todos que son las calles. En los varones el pantalón corto, además de una falta de civismo, es una regresión a la infancia. Nada más ridículo que un señor ya talludito exhibiendo piernas, tanto da que sean musculosas como escuchimizadas. El gran salto de la infancia a la madurez se expresa en la puesta de largo del pantalón que nos convierte en seres responsables. El cubrimiento de extremidades, más allá de servir de protección contra el frío, es una norma de etiqueta, una convención civilizadora, cuyo incumplimiento nos pone un punto por debajo de los irracionales. En cuanto a las sandalias, habría que decir que es una de las más nefastas aportaciones del cristianismo, desde el momento en que su cabecilla las puso de moda. Ya empiezo a ver en mi entorno laboral piernas y tobillos al aire, mocasines sin calcetines, horrenda estampa que hace avergonzarme de nuestra raza. Por no hablar de esos corredores despechugados que deberían perseguirse con tanta saña como se persiguió a los que no calzaban mascarilla. Comprendo que es una batalla perdida, como lo es la del chándal ya convertido en una segunda piel, pero de alguna manera tenía uno que desfogarse en estos días de infierno anticipado. Como soy macromachista no he querido hablar de mujeres, por no ganarme más enemistades de las que ya tengo.