Putin El sanguinario se pasa la cumbre de la OTAN de Madrid por el arco de triunfo. Una vez más el mundo partido por gala en dos mitades irreconciliables. Y es que el Comunismo y la democracia son como el agua y el aceite. No tienen mezcla posible. Napoleón llegó a las tapias de Moscú y tuvo que desandar el camino y volverse a París entre el frío y la nieve, cayendo chuzos de punta, dejándose a jirones en el camino el Ejército más poderoso del mundo hasta entonces. Ahora el ataque de Putin a Ucrania puede ser, de hecho ya comienza a serlo, la repetición de la Historia. 
Los hoteles de lujo de Madrid al completo, así como los restaurantes y todo aquello que puede llamar la atención de los que viajan a costa del presupuesto. Madrid bien vale una misa, y que nuestros políticos se codeen con la flor y nata de los mandatarios del mundo democrático ha costado una millonada que pagaremos especialmente los contribuyentes españoles. Mientras tanto, Moscú quieto, Moscú serio, «como los molinos quieto, como los molinos serio», que cantaba el poeta Rafael Duyos…
 Acabar con Hitler y su Tercer Reich fue un juego de niños comparado con el intento de asustar al loco de Moscú con razones políticas. El genocida comunista no parará hasta redondear su proyecto de establecer los nuevos límites de la Unión Soviética, porque Putin no entiende ninguna otra razón que no sea la de marchar al son del cañón. Mientras occidente se reúne, poniendo en juego presupuestos astronómicos, el salvajismo comunista químicamente puro de Putin sigue sin dar un paso atrás. Alguien tendrá que pegar el puñetazo en la mesa para acabar de una vez con la siniestra aventura del loco homicida del Kremlin.