Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Esto no ha hecho más que empezar

23/02/2022

La crisis desatada en el PP con sus múltiples ramales en los que se despliega se encuentra en sus primeros compases: hay que averiguar si hubo intento de espionaje a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y a su familia, por un contrato rodeado de polémica por el supuesto cobro de comisiones, que es el detonante de todo este gran lío que tiene conmocionado al primer partido de la oposición. Como estaba previsto el asunto ha quedado judicializado y en manos de la Fiscalía Anticorrupción que lo considera lo suficiente relevante por sus implicaciones como para investigar, aunque por el momento no acusa a nadie. La previsión es que salgan a relucir más adjudicaciones de contratos relacionados con la gestión de la pandemia. Estas dos derivadas indican que en el PP se han podido producir prácticas cuasismafiosas y otro caso de corrupción. No hay que perder de vista el origen de la crisis porque de ahí se derivan y se seguirán muchos de los acontecimientos actuales y posteriores que llegarán hasta el desempeño del próximo líder del PP, una vez que se produzca la más que probable defenestración de Pablo Casado.   

Con la reunión de los líderes territoriales del PP –salvo Ayuso- que se celebrará el miércoles, se comenzará a despejar el calendario para la celebración de un congreso extraordinario u ordinario anticipado según determinen los barones, que cada vez con mayor claridad han comenzado a abandonar a Pablo Casado, que trata de resistir de forma numantina al frente del partido con García Egea a su lado, pese a la deserción de muchos de los dirigentes y militantes de relumbrón que le han abandonado frente al desafío de Díaz Ayuso que le ha ganado la batalla del relato, la de la comunicación y la del favor de la militancia, hasta el punto de que con su actitud y los errores en la gestión de la crisis ha puesto el partido patas arriba. 

A los militantes del PP les corresponderá elegir en un congreso al nuevo líder. Ante esa batalla, Casado aparece desangrado, mientras Ayuso se excluye ante el horizonte judicial, y el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, aparece como la gran esperanza blanca, en esta ocasión decidida a coger el tren de Santiago de Compostela a Madrid, a dónde llegará como le gusta, para la aclamación sin competencia. Pero la elección del líder, por muy dolorosos y bochornosos que sean los trances por los que atraviesa el partido y pasan las personas concernidas, no deja de ser un episodio, una estación intermedia, que son preludio de otros nuevos conflictos, porque el enfrentamiento entre Casado y Ayuso se ha circunscrito a una lucha por el poder en el seno del partido, ante la estrella ascendente de la presidenta madrileña, pero entre ambos no existían discrepancias ideológicas. Y menos aún desde el discurso derechizante de Pablo Casado en la Convención Nacional de Valencia. La discrepancia era de tiempos: pactar con Vox ya y sin complejos, como decía Ayuso; o dejarlo para después de las elecciones generales, como se intuía en Casado.  

Sin embargo, entre Núñez Feijóo y Díaz Ayuso si hay ese tipo de discrepancias: centrado y moderado el primero; ultraliberal y populista la segunda. La sociedad de apoyo mutuo que mantienen ahora puede derivar en una convivencia muy complicada. En el pasado ya dieron muestras de no apreciarse mucho.