Editorial

Los últimos días de Ciudadanos y los expertos en buscar refugio

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Casi todo viene temprano en estas elecciones. Los candidatos a las principales poblaciones ya se conocen en la práctica totalidad de los municipios y partidos, un hecho insólito que viene empujado por dos motivos. El primero, que el PSOE hizo valer el acuerdo implícito de renovar a quienes alcanzaron el gobierno tras las anteriores elecciones. El segundo, que el PP quiere una campaña larga que comience ya, pues detecta que el Ejecutivo nacional empieza a hacer aguas con la división entre los socios, las impopulares medidas adoptadas para satisfacer las pretensiones de los secesionistas y la necesidad de marcar distancias de cara al elector.

En este baile tempranero faltan los aspirantes sin siglas, aquellas personas que no han tenido pudor en sumarse a distintos proyectos políticos, en no pocas ocasiones antagónicos, con tal de acabar probando las mieles del poder o de la retribución pública, cuando no de ambas. Muchos son los calificativos que han venido recibiendo desde su existencia, tan antigua como la propia política. Y muchos de esos adjetivos se han quedado escasos para los más veteranos, que han defendido una cosa y la contraria tantas veces que en lugar de generar rechazo social han logrado provocar hilaridad.

Los cuneros, paracaidistas y chaqueteros llevan meses hiperactivos. Las reuniones informales, siempre sin luz ni taquígrafos, las indirectas y las promesas han corrido por los manteles como si de agua potable se tratara. Pero resulta que el agua, a veces, viene intoxicada y para cuando se detecta el problema ya es demasiado tarde. Así se fabrican tránsfugas, no adscritos y traiciones romanas.

Los últimos días de Ciudadanos como partido en las instituciones van a abrir un proceso interesante al que las principales fuerzas políticas, así como aquellas emergentes que aspiran a hacer de lo local su bandera y razón de ser, deben prestar mucha atención. El PP ha abierto la mano a acoger en sus brazos a los arrepentidos, pero no a todos. Los populares quieren sumar a aquellos hombres y mujeres que han demostrado valía y se han ganado el respeto de los votantes, caso de Juan Marín en Andalucía. El resto tendrá que buscar refugio, abandonar la política (se acabaron las fotos, los micrófonos, los sueldos y el coche oficial), presentarse bajo unas siglas -las de Ciudadanos- abocadas al más estrepitoso fracaso o cambiar de chaqueta allí donde encuentren un probador.

Para presentarse a unas elecciones cabe pedir una serie de requisitos que no siempre se dan, o no todos a la vez. Haber demostrado conocimiento, capacidad y compromiso es algo que debería ser obligatorio. Si no se da, al menos se debe exigir un mínimo de decencia.

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