Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Un Gobierno hiperactivo

12/01/2023

El Gobierno de Pedro Sánchez, en su globalidad, podrá ser acusado de muchas cosas, pero no, desde luego, de pereza. Al menos, algunos ministros, comenzando por el propio presidente, son un ejemplo de actividad incesante, que equilibra sobradamente la balanza de otros que parecen casi desaparecidos de la escena. Lo que ocurre es que la hiperactividad reduce la eficacia y, en la precipitación, se cometen errores por falta de ajuste fino, aun cuando se emplee la mejor voluntad del mundo a la hora de perseguir el acierto, cosa de la que, desde luego, no tengo derecho a dudar. Y eso exactamente es lo que le está ocurriendo al Ejecutivo: que abre muchas carpetas al tiempo sin tener a veces muy claro ni por qué las abre ni cómo cerrarlas. Y claro, pasa lo que pasa. Lo que está pasando.

Agricultores, sanitarios, docentes de Universidad, pensionistas, funcionarios, magistrados y, por supuesto, periodistas, padecemos, creo, una crisis de ansiedad ante la imposibilidad de aprehender todos los aspectos del cambio global que, a modo de revolución 'light' silenciosa y bastante opaca, parece querer protagonizar el equipo de Pedro Sánchez antes de lanzarse de lleno a hacer campaña electoral. Muchos no entendemos -yo, al menos, no- la necesidad apremiante de abrir nuevamente las heridas que el trasvase Tajo-Segura provoca desde hace décadas entre los agricultores de cuatro Comunidades Autónomas. Ni la urgencia de la redacción actual de, entre otras, leyes como la 'trans', la del 'sí es sí', la Universidad, la Vivienda, la de secretos oficiales o la reforma exprés del Código Penal.

Alcanzo, cómo no, a calibrar la conveniencia coyuntural de pisar el acelerador en muchas de estas reformas e iniciativas: la rebaja de la pena de malversación, que puede convertirse en un error monumental del Ejecutivo, viene sin duda dictada por la necesidad de aplacar el eterno incendio catalán, ese que, decía Ortega y Gasset, no tiene otra solución mejor que la 'conllevanza'. Pero incluso en este campo la improvisación precipitada de medidas-parche puede acabar teniendo un efecto 'boomerang': así, me parece acertado invitar al president de la Generalitat catalana a la 'cumbre' bilateral hispano-francesa en Barcelona. Lo que creo es que no se han calibrado demasiado bien los riesgos de que, al día siguiente, toda la prensa europea titule más con las reivindicaciones independentistas en un territorio español que se echa a la calle que con los logros que oficialmente puedan alcanzarse en el encuentro con los vecinos del norte.

Y así en muchos temas, desde la vivienda, la Universidad o el aborto hasta la reforma fiscal, encomendada a alguien a la que, como ocurre con la ministra de Hacienda, encima se pluriemplea, encargándola de la coordinación de un PSOE que evidencia la falta de atención y mimo con que se le trata. Seguro que estoy olvidando citar varios más de estos 'cajones', abiertos sin consultar previamente con los interesados por un Gobierno empeñado en demostrar a la ciudadanía que está 'arrimando el hombro' -una expresión muy de Pedro Sánchez, como se sabe- para 'modernizar' el país, ya sea en lo laboral, en lo judicial o hasta en lo moral. Y claro, ocurre que en estos aspectos, y en otros muchos, hay visiones muy diferentes en las 'dos Españas' y en las otras catorce que pugnan por mejorar sus estados de bienestar, sus libertades y hasta el riego de sus cosechas: sin buscar pactos nunca se evitarán los conflictos y seguirá eternizándose la confrontación. Lo que ocurre es que pactar exige tiempo para dialogar y negociar, flexibilidad en las posiciones de cada cual, ideales elevados... e ideas.

Advierto en todo este maremágnum una patente descoordinación entre departamentos ministeriales, un afán de protagonismo en algunos, un 'sálvese el que pueda' en otros y un sesteo ocasional en un par de ellos, refugiados en campañas publicitarias, como si ello justificase una gestión gubernamental. No sé qué alcance tendrá la siempre oficialmente negada, pero inevitable, remodelación ministerial que ha de realizar el inquilino de La Moncloa; competencia exclusiva suya son las crisis de Gobierno. Pero lo evidente es que el Gobierno de la precipitación está haciendo crisis por algún lado. O por varios.