Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Helados Rueda

16/08/2022

En la destrozada y desfigurada actual Plaza Mayor, sobrevive, aún, el puesto de helados de Mariano Rueda. La pasada semana me acerqué y su mujer me dijo que andaba el bueno de Rueda tocado por la salud. La última vez que lo saludé fue un otoño antes de la pandemia, bajando por la Avenida de España desde el Carlos Belmonte, como hacía el inolvidable detective Pepe Carvalho en la obra de arte de Vázquez Montalbán que fue La Rosa de Alejandría, ambientada en Albacete. Al igual que Carvalho, me paré ante la singular máquina de tren de hacer castañas que tuvo Mariano Rueda y le compré un cucurucho. Embutido en un mono azul y mientras movía con la espumadera las castañas entre las brasas, Mariano me contó historias y costumbres de Albacete en torno, principalmente, a sus helados. Los Rueda llevan desde 1920 haciendo artesanía del rico helado y sus derivados en Albacete. Ya fuera en su puesto de la Plaza Mayor o en el del inicio del Paseo Ferial, Rueda lleva ofreciendo a albacetenses y visitantes un producto de gran calidad. Recordaba con Mariano, esas tardes tórridas del verano de Albacete en que nuestros mayores nos mandaban, sin rechistar, al puesto de Rueda. Allí, con unos escasos duros en la mano, comprábamos el llamado «corte» de barra de helado de vainilla con ricos barquillos a ambos lados; o bien nos llevábamos un litro de limón granizado, de horchata de chufa valenciana o la casi desaparecida agua de cebada. Recuerdo, también, el puesto ambulante de helados de los Rueda, situado frente a la farmacia de Matarredona o en la bajada del viejo mercado del Alto de la Villa. «Al rico helado, horchata, limón granizado, agua de Valencia», pregonaba el encargado del puesto. Y luego llegaba la noche agosteña y hasta el puesto de Rueda en la Plaza Mayor, nos acercábamos la familia para en sus mesas refrescar, con sus helados, la sofocante canícula albacetense. Tiempos sin pantallas. Tan solo la mirada de las personas, con todo lo humano por conversación, y en la mano un helado de Rueda. Mariano, amigo, recupérate pronto, pues eres historia y costumbrismo de una ciudad cada vez más fría y distante.