Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Peatones

14/01/2022

Cuando los primeros coches a motor empezaron a verse por las calles de Albacete, aquello se consideró un gran progreso. Ahora, el progreso se cifra en eliminar el tráfico, lo que el Ayuntamiento se dispone a hacer con la creación de esa «almendra peatonal» que nos depositará en una especie de sueño decimonónico, un sueño que no a todos convence. Habrá quien se sienta como el protagonista de la película Abre los ojos, cuando se detiene en el centro de una Gran Vía totalmente desierta. El eje Marqués de Molins-Tesifonte Gallego, nuestra modesta Gran Vía, va a ser despojado de automóviles, y la perspectiva de un centro urbano sin tráfico puede resultar inquietante y hasta aterradora, con un regusto postapocalíptico que nos hace retroceder a los peores días de la pandemia. Quedaremos los peatones, claro, pero donde se ponga un buen motor que se quiten los zapatos. En esta ciudad donde casi todo está a la vuelta de la esquina, somos muy de quemar hidrocarburos. Y a ciertos comerciantes del centro les aterra la perspectiva de que los vecinos deambulen ante sus escaparates como almas en pena, sin un vehículo cuyo maletero poder llenar con los bienes recién adquiridos. Pero lo que está comprobado es que el automovilista y el peatón se repelen como el depredador y su presa, y que no es mala idea acotar el territorio de cada uno. Luego está lo de las emisiones y el cambio climático. No en balde aquí siempre hemos sido conservadores y queremos que siga haciendo frío cuando toca. Bien está que los motores dejen de jorobar y se extingan los coches de una vez. Pero dicen que cuando un depredador desaparece, otros ocupan su nicho biológico, y me preocupa lo que pueda ocurrir con esos velociraptores del asfalto que son los ciclistas y los usuarios de patinetes, a los que también convendría poner a buen recaudo.