Una atalaya natural insuperable

Ana Martínez
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Con reminiscencias romanas, musulmanas y cristianas, Jorquera es el 'sucro' del río Júcar y una de las poblaciones más demandadas por los turistas

Espectacular imagen que ofrece la localidad de Jorquera, bañada por las aguas del río Júcar. - Foto: Arturo Pérez

Fue señorío y eso se respira a día de hoy en muchas fachadas de sus casas. Fortaleza de La Manchuela por excelencia, la cultura musulmana no solo dejó de herencia el aprovechamiento de las huertas y la red de acequias, sino un increíble entramado de túneles subterráneos que discurren bajo el casco urbano y que a día de hoy conservan hasta antiguas tinajas para el vino. Jorquera tiene mucho que ofrecer y mucho por gustar. No es extraño que, junto a Alcalá del Júcar, sea uno de los destinos turísticos más singulares de La Manchuela de Albacete, como así lo demuestra la actual construcción de un hotel y una oferta más que interesante de casas rurales que se ocupan en temporada alta, puentes y fiestas de guardar.

José Miguel Cuevas Ramos, más conocido como El Ruti, regenta una de las casas de comidas caseras más populares de la comarca. Conoce cada rincón y cada historia de Jorquera y raro es el acontecimiento, actividad o festejo en el que no participe. Carmen López es catalana de nacimiento, pero jorquerana de adopción. Lleva 13 años residiendo de forma permanente en el municipio y no lo cambia por el bullicio de Valencia, donde también ha vivido durante muchos años.

Jorquera tiene mucho que contar. En la plaza Virgen de Cubas se distribuye la iglesia de Santa María de la Asunción, la Casa Consistorial que construyó Antonio García Gómez, en cuya planta baja hubo un colegio y, enfrente, un bello edificio que antiguamente albergó la Casa de las Monjas. «Jorquera fue cabeza de partido, en los años 50 llegó a tener 1.600 habitantes, 200 niños y hasta cuatro colegios», recuerda El Ruti.

Entre sus monumentos destaca la fortaleza, con varios recintos defensivos, que entrelaza la zona cristiana en la parte inferior en torno a la torre de Doña Blanca -restaurada y dedicada a exposiciones culturales-, con la zona superior ovalada fechadas en la época almohade.

El laberinto de calles y cuestas encierran decenas de cuevas, donde hace décadas vivían sus moradores. «Es raro la vivienda que no tiene una cueva», significa José Miguel, que también destaca la cantidad de pasadizos que todavía perviven bajo Jorquera, algunos de los cuales han sido convertido en bodegas por sus propietarios, otros taponados por construcciones más contemporáneas.

La plaza de las Fuerzas Armadas, popularmente llamada plaza del médico, es el punto de encuentro de los jorqueranos, porque muy cerca de ella se encuentra el colegio de Infantil y Primaria. Clavada en una de sus paredes se conserva una placa dedicada al que fuera alcalde de Jorquera entre 1979 y 1988, el ya mencionado Antonio García Gómez, hijo predilecto de la localidad que murió en un accidente de tráfico. «Antiguamente aquí se hacían los bailes», apunta Carmen López, que destaca el «buen servicio médico» que hay en Jorquera, que se ofrece de lunes a viernes. «Aquí nos juntamos los moros y cristianos para las fiestas en honor de la Virgen de Cubas, patrona de Jorquera», una festividad que se celebra el 22 de mayo con una misa mayor y la posterior romería con la imagen hasta su ermita de Cubas. También se recuperó recientemente las fiestas de San Sebastián, con hogueras incluidas, y se siguen organizando las festividades de San Blas en Cubas, las de San Cristóbal y San Roque, este último patrón de Jorquera, y también San Isidro Labrador, el 15 de mayo, dado que la riqueza económica de Jorquera es eminentemente agrícola, tanto de secano para la vid, el cereal y el olivo, como de las huertas.

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