Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Juan Carlos I tiene que dejar de ser 'el' problema

05/03/2022

El archivo por la Fiscalía de las causas pendientes contra Juan Carlos I ha desatado una oleada de nuevas, y quizá desinformadas, especulaciones acerca de su regreso a España. Dónde iría a vivir y cómo, con qué honores y condiciones. Es difícil preparar el retorno, que sería, será, como archivar una evidente metedura de pata de La Zarzuela y, en segundo término, aunque en bastante menor medida, del Gobierno. No me consta que haya aún un plan concreto por ambas partes para planificar una operación política de tanto calado como la 'vuelta a casa' de un emérito sin duda desprestigiado entre la ciudadanía, pero finalmente exonerado: ninguna causa abierta en España tienen ya sus diversas 'irregularidades'. Un obstáculo menos.

Van a cumplirse dos años desde que, aquel infausto 15 de marzo de 2020, el rey Felipe VI se reunió con su padre, Juan Carlos I y con altos funcionarios de La Zarzuela, entre ellos el jefe de la Casa, Jaime Alfonsín. No se reunían precisamente para hablar del estado de alarma decretado por el Gobierno el día anterior por el coronavirus: se trataba de debatir el paso, sin precedentes, que Felipe VI tenía ya decidido desde hacía días, a la vista del cúmulo de informaciones que surgían sobre las actividades presuntamente delictivas del llamado 'Rey emérito', algunas de las cuales pretendían salpicar a su hijo. De aquella reunión salió un comunicado que era un auténtico misil contra Don Juan Carlos, una ruptura formal entre el padre y el hijo. Cuatro meses y medio después, el hombre que había ejercido la jefatura del Estado durante cuarenta años salía hacia Abu Dhabi, en un viaje de difícil calificación: ¿huída?¿exilio?¿marcha sin más?¿alejamiento para ver si se olvidaba todo? Ni Corinna, la aventurera que tantos quebraderos de cabeza ha provocado al Estado, ni los periodistas investigadores, ni la memoria colectiva, lo iban a permitir. No lo permitieron: hay decenas de reportajes televisivos, algún libro y cientos de artículos y comentarios de todo jaez aguardan el momento en el que Juan Carlos I ponga pie en España. O puede que ni siquiera aguarden, ¿verdad falsa princesa, verdad ex comisario infame?.

Aquel comunicado del 15 de marzo de 2020 emitido por La Zarzuela no era tanto una defensa de la honradez de Felipe VI, que en ese aspecto no creo que necesite muchos abogados, la verdad, cuanto una muestra pública de que el hijo rompía cualquier amarra con el padre. Había mucho de inquinas y diferencias personales entre ambos, pero más aún desde el entorno más próximo al actual Rey, cuya popularidad personal no me parece que se haya visto demasiado dañada por aquella decisión del 15 de marzo, por aquel inmenso error que aún constituye quizá el mayor de los muchos problemas institucionales que padece el país. No figuro, obviamente, entre los privilegiados interlocutores telefónicos, y aún menos, claro, en directo, del emérito, pero sí hablo ocasionalmente con algunos que hablan con él. Creo que, anciano y con una discapacidad física creciente, ya apenas aspira a ser enterrado con honores de jefe de Estado en el país en el que reinó: el varapalo a su honra, a su prestigio, ha sido demasiado duro, y no digo yo que no se lo haya buscado. Pero merece, creo, esos honores al menos póstumos, aunque solo sea por los buenos recuerdos.

Las antipatías personales, el pésimo estado de lo que antes era la familia real, reducida ahora a cuatro personas, incluso la salvaguarda de la forma de Estado, de la Monarquía, no pueden hacer olvidar una cosa evidente: Juan Carlos I ya no es una amenaza para la pervivencia de la Corona, bien asentada en la prestigiada cabeza de su hijo. Claro que no va a haber aglomeraciones en el aeropuerto para recibirle, pero tampoco creo que, más allá de alguno de esos artículos periodísticos, libros o reportajes televisivos, se vayan a dar manifestaciones masivas de repulsa. La página está pasada y la decisión, a mí me parece que polémica, de la Fiscalía -todo lo que haga la Fiscalía, mientras Dolores Delgado esté al frente, será polémico_de retirar cualquier cargo hace que ahora todo sea más fácil de hecho y también jurídicamente: si toda la cuestión es decidir dónde moraría la histórica figura, algo patética quizá en estos momentos, de Don Juan Carlos, no creo que el retorno debiese demorarse mucho, aunque hay opiniones para todos los gustos, que creen que aún hay que esperar, con los riesgos que ello implica.

Lo que no puede ser es que Juan Carlos I sea uno más de los variados motivos de polémica y crispación de las dos Españas, que ahora tienen, a la vista de los movimientos políticos que están dándose, una buena oportunidad de convertirse en solo una. Hay que sacar al emérito de los titulares y, si así puede decirse, 'normalizarle' en lo posible en el agitado cuerpo político de la nación, que tiene otras muchas cosas en las que pensar.