Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Lamparones

27/01/2023

El Ayuntamiento ha comprado una nueva fregadora para que la parte peatonal de la Calle Ancha esté más presentable. La verdad es que, desde el día de su inauguración, el polémico pavimento no ha dejado de recordarme al suelo de un bar de La Zona un sábado por la noche. Ahora parece que la fregadora, a base de agua y aire a presión, nos va a devolver una calle principal aseada y diáfana. Pues vale. No sé muy bien el motivo, pero nos hemos vuelto muy señoritos en esta ciudad. En mis años mozos nos bañábamos una vez a la semana (algunos ni eso) y luego nos sentábamos en el suelo de la calle Tejares, que por entonces era de tierra apisonada, para beber litronas junto a los charcos, las colillas y las cagadas de perro. Ahora vemos alguna pequeña inmundicia sobre el pavimento y nos echamos las manos a la cabeza, y hay mucha gente que incluso reclama una limpieza en la vía pública que dista de tener en su propio domicilio. Yo no es que reivindique la suciedad en las calles, entiéndaseme. Pero encontraba cierto solaz en recorrer la Calle Ancha tratando de identificar figuras en los manchurrones del suelo. «¡Ah, mira, esa mancha parece un elefante!», «¡Oh, fíjate, esa parece mi profesora de latín de tercero de BUP con la gabardina puesta!». Uno podía pasear al tiempo que se psicoanalizaba, y de paso hacer ejercicio saltando de una tapa de registro a otra. Ahora, el Ayuntamiento se ha empeñado en privarnos de esta inocente a la par que edificante diversión. Y todo en aras de la limpieza. Con todo, sin lamparones en las baldosas y sin bombillitas led en las alturas, la Calle Ancha vuelve a ser una vía pública de lo más ordinaria. A este paso, acabarán quitándole también las 300 tapas de registro que la hacen tan singular, y ya solo faltará que le devuelvan el tráfico.

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