Editorial

La respuesta del Gobierno a Colón es de una simpleza que asusta

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Ayer sucedieron dos cosas que estaban en el guion. Por un lado, decenas de miles de personas secundaron la protesta convocada en Madrid contra la concesión de los indultos que el Gobierno pretende para los políticos catalanes condenados por sedición y malversación de fondos. Por otro, el Gobierno, en el verbo de la vicepresidenta Carmen Calvo y de la ministra portavoz, María Jesús Montero, recurrieron a su párvulo y manido recurso de llamar ultraderechista a todo el que protesta contra las contraprestaciones que el Ejecutivo de los socialistas y Unidas Podemos está firmando a sus socios de investidura y presupuestos.

No solo es una respuesta de raquítico fondo intelectual, es también una ofensa que ahonda las trincheras y abre un frente sociopolítico innecesario para que Pedro Sánchez, escondido del ruido que ayer se volvió a escuchar en Colón, se sienta confortable y seguro al frente de una legislatura que va camino de ser dramática, pandemia al margen. Que Carmen Calvo, que fue el enlace del PSOE con el Gobierno de Mariano Rajoy para la aplicación del artículo 155 en Cataluña tras el referéndum ilegal, tenga como único discurso la adjetivación visceral de quienes se manifiestan en paz por aquello que consideran una afrenta a la democracia, a la Constitución y a la igualdad de los españoles es definitorio de cómo entiende el PSOE, o al menos el PSOE de Pedro Sánchez, la concordia que dice predicar con quienes sí manifiestan con toda rotundidad su voluntad de romper el consenso y el país. Calvo ve ultraderechistas en Colón y diplomáticos en Cataluña, el camino de la perdición.

La manifestación en Madrid es poliédrica y cabría entrar en cómo han cambiado algunas formas entre la primera concentración de los partidos conservadores y la protesta de ayer, donde los políticos cedieron la cabecera y se evitó la tentación de proyectar un bloque político que no es tal. En el Gobierno, por contra, nada cambia. Ultraderechistas todos. Y asusta oírlo, aunque solo sea por la simpleza del relato. Siembran además Calvo y Montero algunas minas a los barones socialistas que en los próximos días se van a ver impelidos a retratarse cuando los indultos sean un hecho. Un hecho que, como es sabido, no sacia la voracidad de los secesionistas, que exigen una amnistía que sambenitaría al sistema judicial español y serviría a la causa del nacionalismo radical para vender internacionalmente una deformada visión de la democracia española. No, Sánchez no solo está excitando la España de bloques y trincheras, también está socavando los cimientos de un partido en el que no pocos militantes ya se sienten incómodos. ¿También ellos serán ultraderechistas?