Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Putin, ‘puta maldad’

07/03/2022

¡No hay perdón para el miserable! Desde aquel 31 de diciembre de 1999 hasta hoy, la estela de Vladimir Putin ha sido sanguinaria en su mensaje y rutilante en su locura. De presidente interino de la Federación Rusa a líder autoritario, a partir del 2000 y dictador absoluto de un país que no le quiere y sí le respeta porque utiliza la potestad ruin del miserable que, sabiendo que lo es, le gusta serlo.
No sé hasta dónde podrá llegar con su maldad. Destrozar, arruinar, torturar, matar o 'servir al diablo' son sus premisas de vida y obra. Y la comunidad internacional, en estos tiempos vanguardistas en la miseria, triunfalistas en la vanidad, orgullosos en la tiranía, parece permitir que un personaje como él, pueda sentirse 'libre' de cargas y excelso en el poder, cuando nadie es capaz de desmontar su falsedad y 'hacerle besar el suelo' como haría John Wayne en aquellas películas del Oeste americano, ya amarillas en su desliz.
Si esto se le permite en Ucrania, por qué no, en el resto de Europa. Si al final es capaz de imponer su locura, más bien su maldad innata, qué haremos los demás en ese trance. Tiene armas, las más potentes del mundo, tiene dinero el más corrupto que existe y tiene una mente diabólica, resonante y poderosa, enferma y pestilente, la que impone y la que asiste, no sé hasta cuándo y hasta dónde puede llegar, por eso, después de una pandemia terrorífica –que ha roto el esquema de una vida normal- ¿qué nos queda ahora?: sufrir al puto Putin, al maligno, al sempiterno soñador del mal. Y así va el mundo o así quiere el mundo que vayamos.
La prensa dice que el setenta por ciento de los rusos no le apoyan, no le quieren, no le sienten, pero ahí sigue, ahí está, ahí nada entre la lujuria, la vanidad, el orgullo y la necedad. Y ahora, nosotros, los del resto del mundo, qué debemos hacer: no comer ensaladilla rusa, no montar en la montaña rusa, no comprar katiuscas, no beber vodka, no comprar polvorones de La Estepa, o qué deberíamos hacer, según la política de turno.
Lo cierto es que, sin chistes malos ni míseras conclusiones, el 'puto Putin' está provocando muertes –a niños, mujeres y ancianos-, rompiendo los más grandes valores universales donde la libertad debe primar, haciendo de 'su capa, un sayo' porque está loco o porque es un loco posesivo, sanguinario, reprimido, miserable, y los pobres ucranianos ahora, y los que vengan detrás en su ideario, sufrirán la vejación y la muerte, porque en este siglo XXI aún se permite la política del mal, por poder o por sistema, y si no, miren y vean lo que están sufriendo los pobres ucranianos y lo que sufriremos los demás, si esto no se sabe cortar a tiempo.
Igual que Joaquim Bosch, digo yo en mi reflexión personal: «Estos conflictos son el marco perfecto para la manipulación, el fanatismo, la incitación al odio y la justificación del exterminio ajeno». Por esta razón, la primera reacción cívica debe de ser la de decir 'No a la guerra' y luego, apoyar todas las propuestas que la autodefinan. Así es.

ARCHIVADO EN: Vladimir Putin, Ucrania