Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


Los hombres que no amaban a los afganos

02/09/2021

Septiembre siempre nos deja el recuerdo melancólico de la salida fugaz de la agosteña relajación, en esos días felices, cuando los problemas de la vida se reducen al enfrentamiento interior que supone la dura toma de decisión entre optar por tomar una caña o un tinto de verano.
No es así para todo el mundo. Precisamente este año la citada disyuntiva de refrigerio la hemos acompañado de aterradoras noticias e imágenes de personas tratando de subirse a algún avión en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, después de la retirada de las tropas estadounidenses del santuario yihadista. Y uno se pregunta, perplejo, el motivo por el que, en el año 2007, un 51,4% de los españoles encuestados se mostraban partidarios de la salida de los soldados americanos y españoles de Afganistán, mientras que las actuales encuestas muestran totalmente lo contrario, visto lo visto, en un evidente reflejo de la fuerza de la manipulación ideológica de cada momento.
Posiciones respecto del esfuerzo de España en evacuar al mayor número de afganos y darles asilo con el fin de que puedan disfrutar de una nueva vida, se han dado de todos los colores. Algunos vienen manifestando reiteradamente en redes sociales que Occidente no debería responsabilizarse de acoger a los refugiados afganos, sobre todo existiendo países musulmanes ricos, como los del Golfo Pérsico. Comentarios sin duda basados en la ignorancia histórica y el desconocimiento de los fundamentos básicos de la cultura y la civilización occidental. Un universo de valores que no nace por generación espontánea, sino que es el resultado de un proceso histórico que conjuga la filosofía griega, el derecho romano, el cristianismo y la Ilustración, culminando en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de tal manera que Occidente acoge porque representa a la única civilización que puede hacerlo, sin que ello sea extrapolable a cualquier otra. El respeto a la vida humana, a la vida de cualquier individuo, de su ser y de su dignidad como condición antropológica, solo es un logro de Occidente.
Sobre todo, en una situación tan extrema, de vida o muerte, y cuando la realidad no es que estemos acogiendo a todos los afganos, sino a los que han colaborado con España y a sus familiares, sin confundir humanidad con legalidad y, por supuesto, al margen del postureo oportunista y repugnante de algunos políticos, con esa impostada solidaridad y empatía extremadamente expuesta y divulgada.
Septiembre siempre nos trae el recuerdo melancólico del estival reposo, y nos sumerge irremisiblemente en el absurdo inquietante de la cotidianidad más absoluta. A ellos, este septiembre les trae el recuerdo de la tragedia vivida y el de los familiares y amigos que no han tenido tanta suerte, pero también la oportunidad soñada de iniciar una vida llena de esperanza en un futuro mejor. Esperemos que sepan aprovecharla..