Editorial

El año hidrológico precisa una reflexión sobre los recursos del agua

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El pasado año hidrológico finalizó el 30 de septiembre y el balance, pese a que en la provincia de Albacete llovió más respecto a la edición anterior, lo hace con un patrón distinto, ya que el 50% de las lluvias caídas se concentraron en cuatro borrascas entre octubre de 2020 y enero de 2021, lo que significa que hubo menos días con precipitaciones y estas estuvieron menos repartidas a lo largo del año. Esta concentración de precipitaciones afecta también a los pantanos, porque, aunque las borrascas de otoño-invierno batieron récords, las reservas de agua en Albacete no fueron las de un año bueno. El caso más claro fue la Sierra del Segura, donde llovió por encima de la media, pero los grandes embalses de la cuenca alta no estuvieron llenos ni un día, ya que el  máximo de La Fuensanta, en Yeste, fue un 48% en los últimos días de febrero, el Talave, en Liétor, llegó al 58% en abril, el de Camarillas, en Hellín, alcanzó su punto más alto en mayo, con un 58%, y el Cenajo, entre Hellín y Moratalla, lo marcó en julio, con un máximo del 65%. 

Este nuevo patrón de las lluvias, además de su influencia en las reservas, tiene otro punto importante y no es otro que las tormentas también ocasionaron importantes daños en las redes viarias, en los ferrocarriles, las telecomunicaciones, las redes energéticas y en el sector agropecuario. En el apartado del campo cabe reseñar que, según datos de la entidad estatal Agroseguro, en la región se pagaron algo más de 85 millones de euros en 2020 en concepto de indemnización a los agricultores por los daños causados por la meteorología y las previsiones de la entidad indican que la factura del 2021 será bastante más elevada a causa de los fenómenos extremos, sirviendo como dato que, al cierre del primer cuatrimestre, entre enero y abril de 2021, este concepto ya había rebasado los 33 millones de euros tan sólo en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.

Por tanto, los territorios se deberán adaptar a la ya citada nueva realidad de las precipitaciones, tal y como resaltó el catedrático de análisis geográfico regional de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, al incidir en la necesidad de adaptar los territorios a la nueva realidad pluviométrica mediante, por ejemplo, un cumplimiento estricto de la ley de suelos y de su prohibición de construir en zonas peligrosas y remarcar  que en las condiciones actuales, determinadas soluciones como los trasvases de agua ya no deben ser considerados como opciones viables en la planificación hidráulica y se debe apostar más por la desalación o la reutilización.

Es evidente, en este sentido, que con el cambio que ya se vive y las distribuciones de las precipitaciones, con una modificación de patrón que llegó para quedarse, el Plan Hidrológico Nacional es más necesario que nunca.