"No me arrepiento de mi pasado, doy luz a mi experiencia"

Juana Samames
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Fuerte. En su vida personal y profesional ha tenido que tomar decisiones trascendentes y no ha dudado ni un instante si consideraba que era lo mejor

El realizador estadounidense - Foto: Mariscal (EFE)

En su breve, pero fructífera carrera como director, James Gray ha cambiado de género. Recuerden entre las más interesantes Ad Astra, de ciencia ficción, o Z. La ciudad perdida, de aventuras, pero en todas ellas vuelve al tema recurrente de la familia. Este asunto todavía es más destacado en Armageddon Time, donde recuerda su adolescencia, a comienzos de los años 80, en el barrio de Queens, en Nueva York.

¿Su película es totalmente autobiográfica o hay aspectos ficticios?
Hay mucho de autobiográfica, aunque hay compresión del tiempo. Dentro de esos acontecimientos reales hay hechos que le ocurrieron a mi hermano, que incluyo en mi historia. Otros les sucedieron a amigos míos, pero la mayoría a mí.

¿Recordar acontecimientos de su pasado ha sido liberador o doloroso, sobre todo por esa deslealtad hacia su amigo Johnny?
He dejado hace años de culparme a mí mismo. Supongo que ello se debe a que estoy envejeciendo. No puedo sentir arrepentimiento porque no se puede hacer nada ahora. Por ello, mi trabajo consiste en trasmitir cómo veía el mundo y cómo lo veo ahora, no cómo me hubiera gustado que fuera. Parece una respuesta simple, pero creo que mi labor actualmente es arrojar luz sobre mi experiencia para que el mundo lo vea y lo juzgue. 

Algunos temas que aborda son la inmigración y el racismo. ¿Ha cambiado mucho la situación?
No lo tengo claro. Ahora hay menos creencia en una alternativa al capitalismo. A finales de los 80 creíamos que alguien podría declararse comunista, pero hoy en día el mercado es Dios. Creo que la mayor diferencia es que en el sistema educativo se han quitado las diferencias entre clases sociales, y confirma el gran poder que las grandes compañías tienen sobre nosotros. Ha mejorado la vida para una persona LGTBI, pero creo que sobre el racismo el debate se simplifica demasiado porque el capitalismo ha jugado un papel importante en la opresión. 

¿Cuándo fue consciente de que usted pertenecía a un entorno privilegiado dentro de la sociedad?
Me di cuenta muy pronto porque en la escuela pública las diferencias entre los niños estaban muy claras por los libros, los ordenadores… Me sentía el rey de la selva. Pero cuando mis padres me cambiaron a un colegio privado estaba como por debajo de todo el mundo. Y ahí hay una cosa importante: el mundo no se separa entre ganadores y perdedores. Puedes ser triunfador en un lugar y perdedor en otro, y eso fue muy evidente allí, porque todo el mundo parecía guapo y rico, y yo era el niño torpe y feo, y no había cambiado. 

Usted presenta a un niño que no es precisamente un modelo, no provoca simpatía. Pero durante la película va aprendiendo lo que es el amor, la amistad, etcétera. ¿Se ha planteado de algún modo la película como un viaje de aprendizaje?
Yo quería mostrar la complejidad en la que nos encontramos cuando nos hacemos adultos. El mundo está lleno de capas y el protagonista se ve lanzado a esa órbita de incertidumbre. Y esa situación de desestabilidad le dura a uno el resto de su vida si la persona no hace el trabajo adecuado. A mí me parece necesario encontrar la belleza de la existencia, pero es más fácil quedar atrapado en esas capas de opresión, de crueldad.