Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Cuando las barbas de tu vecino veas pelar... ya sabes

09/04/2022

Primera vuelta en las elecciones presidenciales francesas este domingo. Macron, favorito. Marine Le Pen, segunda en las encuestas, a menos de cuatro puntos, pasará a la segunda vuelta el próximo día 24. Las dos Francias se enfrentan a cara de perro. Unas elecciones, las del vecino del norte, muy importantes para España, que aún mira absorta hacia Ucrania, hacia Marruecos, y no tiene tiempo cabal de percibir que están pelando las barbas de su vecino galo, donde la moderación 'macroniana' se enfrenta al extremismo de la derecha... y de la izquierda. ¿Nos suena esto?

Sí, ¿cómo no pensar en una mezcla de Pedro Sánchez y Núñez Feijóo cuando vemos la imagen de Emmanuel Macron? ¿Cómo obviar un aroma al Podemos-de-antes al observar algunas actitudes de Melénchon, el de la Francia insumisa? Y, sobre todo, con todas las diferencias de matiz que usted quiera, ¿no nos evoca la Reagrupación Nacional (ex Frente Nacional) de Le Pen un cierto aire del Vox de Abascal y Macarena Olona? De veras ¿cree usted que estas comparaciones son excesivamente tópicas, simples? No sé qué decirle: cuando Francia estornuda, España pilla un serio catarro.

Las elecciones francesas hay que analizarlas con cierto detenimiento. Quizá Macron sea indiscutible porque es el mal menor para una mayoría de franceses, un valladar frente a los extremos por la derecha (Le Pen, Zemmour) y la izquierda (Melenchon y otras tres formaciones situadas a la izquierda del Partido Socialista de la alcaldesa parisina Anne Hidalgo, que parece que se hunde sin remedio).

O puede que el éxito político del actual presidente de la República francesa y candidato a lo mismo consista en que es una mezcla bastante afortunada de lo que podrían significar el maltrecho Partido Socialista Francés y el conservador moderado Los Republicanos, que fue en tiempos rehén de Sarkozy y al que hoy representa Valerie Pecresse. Pero ya vemos que, hoy, la derecha 'tibia', que quiso infructuosamente pescar en las aguas de los 'ultras' y la izquierda 'descafeinada' del casi desaparecido PSF no gozan de los favores del electorado. ¿Por qué será? Se interrogan no pocos por estas latitudes. ¿Quizá porque se consideraron instaladas para siempre, sin necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos?

Me resulta desconcertante que una ciudadanía tan cultivada políticamente como la francesa se decante en tal porcentaje por las 'soluciones', que no lo son, de la hija de aquel retrógrado Le Pen con el que, al final, acabó tarifando. O que un diez por ciento de los encuestados se decante por el periodista Zemmour, que convierte a doña Marine casi en una peligrosa 'gauchiste'. Como, por otro lado, siempre me ha desconcertado el comportamiento de una significativa parte de los electores en otros países europeos como Italia (Berlusconi) o Gran Bretaña (Boris Johnson). Hay que respetar, claro, a todos los votantes; pero no puedo evitar un escalofrío cuando considero los riesgos de una posible deriva europea hacia el euroescepticismo, la xenofobia y la inmoderación. Menos mal que siempre nos quedará Alemania...

La llamada clase política española habría de relegar su tradicional ombliguismo, la testosterona frentista, y meditar más sobre lo que ocurre con los vecinos del norte y del oeste que en los chantajes del vecino del sur y su peculiar monarca. Quizá uno preferiría otros perfiles antes que el 'macroniano'. Pero, vista cuál es la alternativa, por mí que viva Macron y cuanto representa de encarnación simultánea (a veces alternativamente) de un centro-derecha y/o de un centro-izquierda. Así que quédate, Macron, que te perdonamos, incluso con el chaleco amarillo listo para volver a las calles. A los españoles deberían dejarnos votar en las elecciones francesas, porque nos va mucho en ellas. O quizá no deberían, porque me parece que aquí aún no hemos aprendido algunas lecciones que nos dan las elecciones.