Concienciar no significa abrumar ni aburrir al lector

Charo Barrios
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La novela 'Derrotero', de Antonio Sánchez Gómez, relata la lucha de los habitantes de la selva amazónica contra una multinacional petrolera que acaba con sus recursos y pone en peligro sus vidas

El escritor emeritense trabajó durante unos años en la ONG Dejusticia.

Jurista especializado en Derechos Humanos y Naturaleza, Antonio Sánchez Gómez acaba de publicar Derrotero (Editorial Sigilo), una novela que relata los problemas generados por la actividad extractiva en la Amazonía ecuatoriana. En ese país redactó con la Unión de Afectados y Afectadas por las Operaciones Petroleras de Texaco (Udapt) la demanda contra la empresa petrolera estadounidense por el desastre que los derrames de esa firma habían causado en la selva. El instrumento de esa catástrofe fueron los mecheros de gas también llamados mecheros de la muerte.

Todo empezó en 2018. Realizaba una pasantía en una organización en Bogotá, Dejusticia, cuando a diario se conocían noticias de líderes sociales y defensores ambientales muertos. Aquel verano hubo tantos asesinatos que miles de personas se echaron a la calle para expresar su repulsa. Fue una demostración en la que cada manifestante portaba una vela y se iban gritando los nombres de los masacrados. «Me impresionó», recuerda el autor. Algunos jefes visitaron la ONG para contarles sus experiencias y hacerles ver la desprotección que sentían. «Entonces, empecé a pensar hasta dónde podía llevarles la desesperación y la sensación de abandono en sus territorios», señala.

Un año después, Sánchez Gómez trabajaba con la Udapt en la Amazonía ecuatoriana y se produjo un paro nacional contra las políticas antipopulares del Gobierno. Como la actividad del país se detuvo, decidió aprovechar para realizar un viaje; pero todas las carreteras estaban cortadas, así que decidió navegar por los ríos amazónicos. «Llegué hasta Iquitos en Perú siguiendo el curso del Napo», cuenta.

Es un viaje de logística complicada que te obliga a quedar varado durante días en las comunidades de las orillas, esperando a la siguiente embarcación y oyendo decenas de testimonios. Para entretenerse, retomó aquella historia que tenía en la cabeza sobre defensores hostigados y aprovechó para tomar notas in situ. El Napo le pareció un escenario propicio para situar la acción y visibilizar todo lo que su curso contiene: la explotación del Yasuní, la lucha de monseñor Labaka, la minería ilegal, las dragas de los buscadores de oro, la historia de Iquitos...

El emeritense ha leído los ensayos y ha manejado la documentación sobre el proceso judicial guardada en las oficinas de la Udapt. Era, además, dolorosamente consciente de que, a pesar de la abundante literatura científica y de la magnitud de caso, esta era una historia que no había llegado al público general, más allá de las comunidades afectadas, de los estamentos implicados: «Pensé que tal vez podría narrar aquella realidad a través de una novela de aventuras en el Amazonas, de manera que la historia resultara más atractiva, porque concienciar al lector no significa abrumarlo, ni aburrirlo».

Sánchez insiste en que con Derrotero pretende, sobre todo, «visibilizar esas violencias que los proyectos extractivistas suelen generar». Y está convencido de lo conseguirá solo si logra que se comprendan las razones que llevan a los protagonistas a tomar sus decisiones.

Mecheros peligrosos

Respecto a su experiencia profesional, a esa pelea que libró junto a la Unión de afectados por Texaco, la sentencia reconoció que sus mecheros vulneraban derechos fundamentales. Sin embargo, en muchas zonas podrán seguir funcionando hasta 2030 y los que, por estar cerca de poblaciones debían cerrar a los 18 meses, no están cumpliendo el plazo límite. «Lo más esperanzador es comprobar cómo se están organizando las nuevas generaciones para afrontar estas amenazas», concluye.

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