Charo Zarzalejos

CRÓNICA POLÍTICA

Charo Zarzalejos

Periodista


¿Qué más, presidente?

25/03/2022

Muchos veníamos pensando que, a nivel nacional, ya lo habíamos visto todo. Con la llegada legítima del sanchismo hemos visto un Gobierno de coalición en constante disputa interna pero que aguanta y aguantará por mucho que el grande ningunee al pequeño. Hemos visto cómo Adriana Lastra firmaba con Bildu la reforma laboral que no se ha producido. Hemos visto cómo se inventan la llamada alerta antifascista porque les parecía obvio que Madrid era un nido de fascistas. Hemos visto cómo el gobierno se echaba en brazos de ERC con el compromiso de una mesa que no se ha reunido. Hemos visto ceses fulminantes de los más fieles. Hemos visto absurdas campañas hasta de los juguetes que debemos comprar. Hemos visto cómo no se resolvía de manera súbita la insostenible situación de los camioneros porque, claro, estaban -eso decían- alentados por VOX, mientras los sindicatos UGT y CC.OO son incapaces de cumplir con su papel. Hemos visto cómo se obvian los debates sobre el estado de la Nación y cómo a una pregunta sobre el Sahara sale a relucir Pablo Casado. Hemos visto cómo sistemáticamente nuestros males no se deben a una mala gestión. No. Cuando no era la pandemia, ha sido Filomena, luego el volcán de La Palma y ahora, Putin. Y aunque hay que reconocer que todos estos acontecimientos y desde luego la invasión de Ucrania traen consigo enormes dificultades, no son, ni de lejos, las únicas causas. Porque la extrema torpeza e irresponsabilidad con la que el Ejecutivo ha abordado la crisis de los camioneros y de todos los demás sectores que se sienten asfixiados, con gira europea incluida, raya lo insoportable.

A nivel nacional no lo habíamos visto todo. Tuvimos que enterarnos por, nada menos que Mohamed VI, que el presidente del Gobierno, a solas consigo mismo, copiando literalmente adjetivos utilizados por Trump, dice fiarse de un jefe de Estado absolutamente sátrapa, que desprecia los derechos humanos y que no tiene límites a la hora de intimidar a España lanzando al mar a jóvenes. Esta confianza en Mohamed no lo habíamos visto nunca.

El paso dado por el presidente, satisfaciendo al régimen de Marruecos apoyando la autonomía del pueblo saharaui, no tiene precedentes ni por el calado de la decisión -veremos en qué queda- ni por las formas empleadas. O mejor dicho, por la ausencia de las mismas.

Se olvida el presidente que la democracia exige de una liturgia que la proteja. No cuidar esta liturgia es dañar al sistema que nos hemos dado y esto es lo que ha hecho el presidente: despreciar las formas y, por tanto, dañar la democracia. La liturgia democrática exige diálogo, explicaciones, rendición de cuentas y, desde luego, no comprometer al Estado sin encomendarse ni a Dios ni al diablo.

Se ha bastado consigo mismo y el gobierno de Rabat para tomar una decisión en la que, hasta donde se sabe, no se ha explicitado por parte de Marruecos compromiso alguno. No hay documento conjunto, solo una carta en la que se ha tenido buen cuidado de no citar expresamente a Ceuta y Melilla porque eso enfadaría a Mohamed. Por supuesto, se ignora a una de las partes que es precisamente el pueblo saharaui que, en buena ley, algo tendría que decir.

Hay que reconocer que los saharauis importan poco a España y al conjunto de Europa y desde luego a la ONU, pero lo que no es de recibo es que desde España se les convierta en políticamente invisibles, inexistentes. Rabat está encantado y cuando un sátrapa se alegra es que se siente ganador.

El próximo miércoles y dentro de un extenso orden del día, Sánchez nos contará algo de este acuerdo, aún no rubricado oficialmente por Marruecos, demostrando una vez más cómo utiliza los tiempos como burladero. Para ir haciendo boca ha comparecido el ministro Albares, que ha superado estos días como buenamente ha podido. En esta próxima sesión del Congreso, pobre del que hable mucho porque o bien es de ultraderecha o le hace el juego a Abascal... como lo de los transportistas.

A veces da la impresión de que el presidente y quienes le acompañan saben engañarse sí mismos con mucha naturalidad, que es la misma naturalidad con la que parecen ignorar que cada vez engañan a menos.

Hay que seguir atentos porque aún nos queda mucho, muchísimo por ver. Mi pregunta es ¿qué más, presidente?