Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


La soledad de Emiliano

25/06/2021

No creo que nadie de quien me lea me considere sospechoso de condescendencia y, menos aún, de jabonero de Emiliano García Page. Más bien habrá entre quienes le rodean, y supongo que el mismo, que estimen que mi valoración de sus actos ha sido malévola e injusta. Todo político considera que no hay halago suficiente ni reproche merecido a su persona. El primero siempre les parecerá escaso y el segundo injusto e imperdonable. Vamos, que en este caso el presidente de Castilla-La Mancha ha recibido por mi parte más vara que manteca y más hieles que mieles es algo fácilmente constatable. Ayer mismo sin ir más lejos.
Pero en el trance en que se encuentra, o sea lo de los indultos con rodillazo en tierra de Sánchez ante los separatistas, y del que de entrada señalé que ya estábamos en lo de siempre, en los pellizcos de monja emiliana, no sería leal con mi conciencia sino dijera que no puedo dejar de apreciar en él esa mínima decencia de la que ya no queda ni raspa ni rastro en sus correligionarios con cargo y en activo. Me refiero a Vara, a Lambán, a Susana y a todos esos que han pasado del supuesto rechazo a la genuflexión oferente y, en nada, al palmoteo. Dejo aparte a quienes, de Guerra a Leguina y de Felipe a Corcuera, ya están en otra fase y aunque no por ello dejan de tener valor sus palabras y hechos no ponen en riesgo sus poltronas pues ya no las disfrutan.
Emiliano García-Page, al menos, ha mantenido lo dicho. Ha recordado unos principios y se ha dolido de su sañudo pisoteo. No es poco en ese PSOE servil y entregado al caudillo Pedro y a su valido Iván Redondo. Es algo. Y lo es incluso más por la soledad en que ha quedado. Porque lo han dejado en una soledad absoluta. Prueba de hasta qué punto el partido socialista está deshuesado. Porque lo sucedido afecta a su médula espinal, a su propio ser y existir como idea y como partido sin que haya asomo de rebeldía ni respuesta. La cobardía, ya absoluta y en casos arrastrada de todos los otros, hace que lo suyo, al menos, tenga ese pálpito de dignidad cada vez más escaso de encontrar.
No me duele prenda alguna ponerlo en valor y hacerlo constar públicamente. Que me gustaría que fuera más lejos es también evidente pero también sé que la soledad de Page se convertiría para él en algo mucho peor y más cercano. Porque sabe que quienes le rodean, consejeros, diputados, alcaldes, presidentes de la diputación y prebostes varios, que son hoy la práctica totalidad de lo que un día era llamada militancia, si quisiera dar un paso más lejos seguramente se quedaría más solo que la una y con el palo desnudo en la mano porque la bandera se la habrían también quitado.
El otro día en las Cortes Regionales, los diputados autonómicos aún votaron una resolución contra los indultos que presentó Ciudadanos, delicuescente como corresponde a un ectoplasma, pero en contra. No lo hicieron con la del PP que era clara y con hueso y carne. Pero al menos una resolución contra los indultos votada por el PSOE consta en acta. Sin embargo ¿creen ustedes que si Emiliano García-Page diera instrucciones a los diputados nacionales de hacer algo similar en el Congreso le harían caso? Ni por lo más remoto. Ya han acatado el dictado transmitido por la comisaria Lastra, en primer tiempo de saludo y con aplausos encendidos a los ‘compañeros’ independentistas, víctimas de la Justicia y dechados de concordia y amor a España.
Y eso, exactamente eso, es lo que sucedería en ayuntamientos, diputaciones y todo lugar donde se intentara un gesto de rechazo a la autoridad del caudillo supremo. Y Emiliano lo sabe. Lo sabe a la perfección porque lleva ahí toda su vida y los conoce. Y ellos a él también y hasta donde, como mucho, va a llegar.
Lo que yo no sé es si a estas alturas Emiliano no esté mirándose por dentro y empezando a estar cansado, quizás muy cansado. Sobre todo, de un futuro más de lo mismo, más de sentirse algo que tal vez se le parezca cada vez más a la condición de prisionero.
A lo mejor hay que hablar de ello otro día. Pero hoy no toca. Lo que sí es la comprensión y hasta compasión, si me perdona que lo diga, con esa soledad suya que si no admirable, no me lo parece, si me resulta, al menos, digna. Y por su escasez, apreciable.