El título de la película favorita en las premios Óscar me sirve, a la vez, para titular este comentario. Porque el título, y el temario del filme, el metaverso y el multiverso, tiene mucho que ver con la situación que vivimos, un intento de cambiarlo, o alterarlo, todo. A la vez. En todas partes. O, al menos, en esta parte del mundo que nos ha tocado habitar, que obviamente no es la peor, pero que podría ser bastante mejor. Sánchez, el omnipresente, parece vivir a veces en un universo post-realidad, de Supermán, ese entorno que, según la definición del metaverso, fusiona la realidad física con la virtualidad digital. De aquí a las vacaciones de Semana Santa, nos esperan, me parece, varios episodios que casi nos llevan a un 'omniverso' onírico de fantasías políticas.
Algunas veces he dicho que esta política 'líquida' que puede incluso amenazar con ahogarnos (consultar el tan citado, y hasta leído, libro de Bauman) no se aleja de la idea del metaverso, en el que todo puede llegar a parecer posible. O sea, ya digo, Sánchez, que consigue quebrar su propio Gobierno y, a la vez, ofrecer un mundo virtual en el que parece que todo sigue incólume, que nada va a romperse. Que es capaz de remodelar el Gobierno --ya llega-- sin que, en verdad, haya una remodelación (sólo será una verdadera crisis si destituye a la pareja Irene Montero/Ione Belarra y a algún otro/a ministro/a incompetente; si no, va a ser un mero retoque cosmético y obligado). Que parece poder presentarse en dos lugares a la vez, sin que quienes le seguimos a través de los medios podamos frecuentemente saber si está en Siria o en Soria, en Guatemala o en Guatepeor, sin que él mismo, en su apresuramiento hacia ese ambicioso omniverso, sea capaz de no confundir Kenia, donde se hallaba, con Senegal, a ocho horas y media de vuelo en avión.
Veremos si la metapolítica presidencial sigue logrando el milagro de, cuando le fallan sus aliados del Frankenstein, que acuda Feijóo en su ayuda para sacar adelante las reformas de la 'ley del sí es sí', que aún aguarda su tramitación parlamentaria y, por tanto, nuevas batallas siderales entre el PSOE y su aún socio Podemos. Que, por cierto, también está inmerso en su propia meta realidad, sin que a estas alturas sepamos quién va a liderarlo, si sumará o restará con Yolanda Díaz, si la anormalidad seguirá aparentando normalidad plena, etc. Claro que, para metaversos líquidos y surrealistas, lo de Ramón Tamames como candidato de Vox a la presidencia del Gobierno en una moción de censura de imposible triunfo... excepto, claro, para el censurado, el hombre que está en todas partes y es capaz de hacer todo a la vez, lo cual, siguiendo el viejo refrán castellano, 'el que mucho abarca, poco aprieta', acaba saliendo pocas veces bien. Más bien, sale mal.
Ignoro, claro, cuáles son los planes del gran 'metaversador', si es que él los tiene a medio plazo y si el palabro existe, aunque creo que su aprobación por la RAE va a traer más cola que la tilde de 'sólo'. Sí puedo afirmar que en los quince días hábiles que nos quedan de este mes de marzo vamos a vivir algunas convulsiones políticas que parecen salidas de la mente de Spielberg cuando filma dinosaurios, convulsiones a las que, entre unos y otros, cada vez nos tienen más acostumbrados. No se pueden abrir todos los cajones a la vez, en todas partes, sin estar seguros de saber cómo cerrarlos. Y, a la vez, pretender atraer constantemente la atención de los espectadores, o sea, de los votantes, que acaban 'pasando' muy mucho del espectáculo virtual, percibiendo que, como la inteligencia artificial o el universo líquido, son inaprehensibles y, a la hora de la verdad, no dan de comer sino a sus inventores. O a sus imitadores.