Personajes con historia - Jaime I

La muy difícil niñez del Rey que luego sería el gran Conquistador (I)


Antonio Pérez Henares - 11/04/2022

Los Reyes de León y de Castilla no son muy recordados en Aragón y menos en Cataluña aún, los de Aragón y condes de Barcelona no tienen tampoco demasiado tirón en los lectores de los antiguos territorios de la otra corona. No deja, aparte la estupidez actual reinante en la enseñanza y las administraciones autonómicas, de resultar extraño, pues ambas coronas, por simplificar la castellana y la aragonesa estuvieron a lo largo de la Historia no solo entreveradas de manera pertinaz y emparentados de continuo, sino que en multitud de ocasiones, con los enfrentamientos de rigor, fueron de la mano para concluir en una fusión que alumbró a España como nación asomada a la entonces modernidad del siglo XVI. Algo que hicieron dos primos, pues el linaje tanto de Fernando como de Isabel, era el de los Trastámara castellanos.

Pero antes ya, cuando los dos reinos se habían convertido en los hegemónicos de la España cristiana, su nivel de colaboración alcanzó las mayores cuotas y consiguió los más importantes objetivos. Los Reyes de Aragón, durante el decisivo siglo XIII fueron los grandes aliados de Castilla contra el imperio almohade, lo fue Alfonso II y lo fue su hijo Pedro II, vencedor junto a Alfonso VIII en las Navas. Algo de lo que siempre se enorgulleció y tuvo como mejor blasón, su hijo Jaime, sin duda el que dio el más definitivo empuje por su parte y territorio a la obra de reconquistar a los musulmanes todo el Levante que conservaban en sus manos, Baleares incluidas, en armonía y connivencia con su primo el Rey de Castilla y León, Fernando III y su hijo el futuro Alfonso X el Sabio.

De hecho la primera esposa cuando solo contaba con 14 años de Jaime I (1221) no era sino Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII el de las Navas, hermana de doña Berenguela, Reina y regente de ese reino y madre de Fernando III, reinado que coincidió con buena parte del suyo y cuyo hijo, Alfonso X el Sabio casó con la hija, del segundo matrimonio de Jaime, tras anulación papal del primero por consanguinidad, llamada Violante al igual que su madre, a la que tanto amó y escribió.

Texto en el que se representa al Rey Jaime I de Aragón recibiendo del obispo y jurista Vidal de Canellas los Fueros de Aragón ante otros varios magnates eclesiásticos. Texto en el que se representa al Rey Jaime I de Aragón recibiendo del obispo y jurista Vidal de Canellas los Fueros de Aragón ante otros varios magnates eclesiásticos. O sea, un verdadero lío familiar que no se enrevesó aún más o se hubiera simplificado, vaya usted a saber, de no haber muerto el hijo mayor del Conquistador con la castellana, de nombre Alfonso, ¿cómo no? reconocido como heredero que aunque no falleció joven, pues lo hizo en 1260, si lo hizo antes que su padre dando paso así a los hijos de la segunda esposa, húngara por más señas.

 Pero es que en la vida familiar y sentimental de Jaime I no hay nada que no esté marcado por el enredo, la leyenda, la conspiración y casi hasta la predestinación. Se cuenta que fue engendrado con engaño pues a su madre, María de Montpelier su augusto padre, Pedro II no le hacía caso alguno y menos aún en la cama y que por ello y aprovechando una noche, de las muchas de larga fiesta, del rey Gentil, se dio el cambiazo con una dama a la que si se lo hacía y lo consiguió engendrar.

Fuera o no verdad su peripecia vital no pudo comenzar con peor pie, pues siendo una tierna criatura , tras la derrota y muerte de Pedro II en Muret, el Infante Jaime quedó como rehén del vencedor y matador de su padre, el cruzado Simón de Monfort.

 La Catedral de San Pedro de Montpellier es una seo levantada en la actual capital del departamento de Hérault y de la región de Languedoc-Rosellón. La Catedral de San Pedro de Montpellier es una seo levantada en la actual capital del departamento de Hérault y de la región de Languedoc-Rosellón. Un comienzo en verdad difícil para un Rey que había nacido en un febrero de 1208 y al que su madre para ponerle un nombre hizo encender 12 cirios uno por cada uno de los seguidores dilectos de Cristo y le puso el nombre del que había aguantado encendido más, que correspondió al del apóstol Santiago, que por si no lo saben es también Jacobo o Jaime, Jaume en catalán. Y con Jaime se quedó y en efecto longevidad no le faltó.

Seis décadas de reinado

De las manos de Simon de Monfort fue por fortuna y prontamente rescatado por mediación del Papa a instancias de la nobleza aragonesa y castellana. Se había salvado de milagro pues sufrió un atentando contra su vida estando todavía en la cuna. Muerta su madre también y por completo huérfano pasó a quedar bajo la custodia de los caballeros templarios y con ellos se crio, imbuyéndose de su espíritu y enseñanzas. Su recuerdo e impronta caballeresca la mantendría durante toda su vida que fue larga y en verdad fructífera hasta que murió a los 73 años tras 63 de reinado, el récord absoluto de todos los monarcas españoles, emperadores romanos, reyes visigodos, emires y califas musulmanes y no sé yo si todos los soberanos europeos incluidos hasta llegar a la actual reina Isabel II de Inglaterra, que con 68 años de reinado, supongo que es récord mundial.

El historiador José Hinojosa Montalvo, citando al cronista Desclot, lo retrata así para la Real Academia de la Historia. «De considerable estatura, presencia caballeresca, blanco de cutis y de pelo rubio, hermosos dientes y finas y largas manos. Entre sus cualidades morales sobresalen dos: su generosidad y su fidelidad a la palabra empeñada. Religiosidad y belicosidad se entremezclaban en su personalidad, fruto de su crianza y educación entre los templarios, de forma que consideró su espíritu cristiano al servicio armado de la cristiandad, plasmado en la lucha contra el islam. Su valentía y orgullo también formaron parte de su personalidad, visible en el episodio de sacarse él personalmente la saeta que le atravesó el hueso del cráneo; el orgullo de su familia, en especial por su padre y su victoria en las Navas, conservado hasta su vejez; su sensibilidad, visible en el episodio de la golondrina que anidó en su tienda, las lágrimas derramadas al conquistar Valencia. Episodios que no son incompatibles con la crueldad, como cortarle la lengua al obispo de Gerona. Fue un gran creyente y un gran pecador, además de mujeriego, ya que sus últimos amores corresponden a las vísperas de su muerte».

 Lo de mujeriego y pecador, heredado desde luego de su gentil padre, al igual que su belicosidad y bravura, se puso aún más de manifiesto a la muerte de la Reina Violante pues como quedo anotado por los cronistas de la época era «hom de fembres», que no considero necesario traducir. De los variados amoríos y el reconocimiento que no negó a sus bastardos son originarias muy linajudas casas nobiliarias de Aragón y Valencia.

  Pero lo que es indudable es que su niñez fue todo menos fácil, como tampoco lo fue su juventud. En medio de todas las conspiraciones de nobles, los diferentes Papas, el sucesor de Inocencio III, Honorio segundo quiso volvérselo a entregar a Simón de Monfort y de los distintos territorios a los que estaba destinado a gobernar cada cual queriendo controlarlo, sobre todo cuando ya en las Cortes de Lérida y con tan solo 10 años se le declaró ¡mayor de edad! Y estallaron aún más las desavenencias e intentos contra él.

Resulta, sin duda, casi un milagro que acabara por convertirse en tan poderoso rey. ¿O fue al igual que le sucediera al castellano Alfonso VIII, huérfano desde los tres años, esa niñez y pubertad la forja en que se templó su carácter y el acero de su férrea voluntad? Yo creo que sí, que así fue y que ambos, por ello, fueron e hicieron tan grandes cosas sin dejarse vencer jamás por la adversidad.

La Reconquista de Al-Andalus

No fue sino ya cumplidos los 20 años cuando pudo de hecho sentirse en verdad Rey. En el año 1224 había sido hecho incluso prisionero por la nobleza aragonesa y en 1227 un nuevo alzamiento dirigido por su tío Fernando, otro paralelismo con el de las Navas también acosado en su niñez por su tío el Rey Fernando de León, lo volvió a colocar en dramática situación de la que se salvó gracias de nuevo a otra intervención papal. La firma de la llamada Concordia de Alcalá en aquel mismo año marcó el triunfo de la Monarquía contra la nobleza y entonces Jaime I pudo, al fin, emprender el camino que desde hacía años estaba decidido a acometer. La causa y razón de su reinado era la Reconquista de Al-Andalus y proseguir la obra a la que su padre Pedro II y el castellano Alfonso VIII habían abierto la puerta en las Navas de Tolosa y ninguno, dada su muerte acaecida tan prontamente a los dos, tras su victoria pudieron aprovechar. Aún peor, durante todos aquellos años había quedado empantanada en ambos reinos, tanto en León y Castilla como en Aragón, por los problemas sucesorios y las minorías de edad. Pero ahora, al fin Fernando III ya reinaba en Castilla y pronto lo haría también en León (1230) y ambos, cada uno por sus fronteras, pero de común acuerdo, en objetivos y sagrada misión podrían lanzarse contra el Islam.

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