Paco Mora

Paco Mora


Pedrés quieto, Pedrés serio

10/09/2022

La placa de reconocimiento a Pedrés en la Puerta Grande de la Plaza de Toros de Albacete ha sido un acto de justicia tardío, pues Pedrés fue durante todo el tiempo que permaneció en activo santo y seña del toreo serio, valiente y entregado, impregnado de una personalidad tan peculiar que lo hizo distinto a todos los que vestían el traje de luces en su tiempo y aún hoy.
 Decir Pedrés es como decir Albacete. Además fue el precursor de un modo fundamental de ejercer la profesión más difícil del mundo. Fuimos amigos desde antes de que él encabezara las filas de un modo sui generis de manejar la muleta que creó escuela. En el fragor de su carrera, ambos hacíamos lo posible por encontrarnos. Yo vivía ya en Barcelona, y siempre que su trajín de figura del toreo le acercaba a la capital de Cataluña me llamaba, nos veíamos y, si era posible, lo acompañaba a Tarragona, Zaragoza y hasta a Pamplona y Bilbao, amén de al sur de Francia, donde tenía un gran cartel ganado con su toreo serio cargado de valor y pundonor. 
 El toreo albaceteño tiene el sello de «Pedrés», que fue la base no solo de un estilo de torear sino incluso de ejercer y honrar la profesión de torero. Sólo el poeta de Utiel, Rafael Duyos, acertó a explicar la grandeza del singular torero manchego con su «Pedrés quieto, Pedrés serio, como los molinos quieto como los molinos serio».
 Por eso, que tantos años después se le ponga una placa en la Plaza de Albacete, como a un matador de toros más, de los que ha dado La Mancha y su capital, no me ha impresionado lo mas mínimo. Si acaso ha sido un acto de justicia. Muy tardío, pero justo.