Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Don Gil de Alcalá

15/05/2022

En aquella España había valores grandes por los que las gentes, con el pecho en alto, alegres, se sacrificaban y al mundo asombraban muchas veces. Héroes, santos, sabios, pintores y poetas o escritores de gran fama, entre muchos encomiables, construían el árbol social donde nos cobijamos, pese a las podas que los huracanes hacen en el follaje del árbol hispano del que no somos sino ramas. Alcalá de Henares resplandecía con las togas de sus profesores y los trajes de estudiantes, bajo el sol de mayo iban acabando sus exámenes y el prestigio de sus huellas se demostraba en sus más importantes exponentes: gramáticos como Nebrija, santos como Tomás de Villanueva o Ignacio de Loyola, filósofos como Francisco Suárez, escritores como Lope de Vega o Quevedo, Calderón o Jovellanos... Pero aquellos tiempos habían pasado. Sin embargo, su nombre seguía brillando, antes de que lo trasladaran a Madrid, como universidad central y luego «Complutense»... Ese lugar fundado por el Cardenal Cisneros era el nombre que don Gil tomó para sí y para conquistar en Nueva España, allá en los terrenos de México, a su amada, huérfana amparada por el gobernador, que la hizo su ahijada. Don Gil ya había conquistado con las armas cierta fama, pero no la suficiente para ser en la capital azteca condecorada. Don Gil no tenía dineros ni apellidos que le diesen la alcurnia requerida para su dama, de él enamorada, que iba a ser desposada con un conde de grandeza social asegurada. Pero ella se abrazaba a la cruz que en el cuello le colgaba y se consolaba mirándola, rezando al Resucitado, sintiendo los momentos de su atroz muerte, cuando para todos era infamia, pidiendo consuelo a quien por amor a nosotros sufriera tanto, sintiéndose escuchada y consolada, apaciguada. Así nos consolamos muchos cuando caemos en un pozo u otro de la vida. El dolor es herencia común a todos. Don Gil tenía el valor. Y como se dice en esa hermosa zarzuela de Manuel Penella que hoy se pone en las tablas de la corte, «todo por amor se perdona», pues el soldado «es valiente, es español», dirá con orgullo y coraje. ¡Qué extraño para algunos suena esto hoy! La valentía y el arrojo parece que son valores de un mundo que ya pasó y no digamos el orgullo de sentirse español, tan en declive en algunas regiones que reclaman otro tipo de nacionalismo, buscando incluso la separación. En el drama representado, vencen amor y audacia frente al dinero y seguro prestigio de viejas sangres. 
Hoy la aristocracia apenas pinta nada, pero el dinero se ha hecho rey de nuestras casas y ya no es una persona sino multinacionales de combustibles y ordenadores que nuestras vidas desordenan mientras grandes masas de población, antes cómodas, se empobrecen y las creencias transcendentes desfallecen.