Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero el dicho se queda corto con la pandemia del coronavirus, porque ya vamos por el sexto tropezón, ya que tenemos encima la sexta ola, que vuelve a abrir el debate sobre la obligatoriedad de la vacunación. 
Pandemia, según la RAE, es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Por esta definición, entiendo que no es algo normal, sino extraordinario y, ante esta situación, son precisas medidas extraordinarias, como que el Gobierno central imponga la obligatoriedad de la vacunación, máxime cuando está comprobado que es lo más eficaz en la lucha contra el Covid-19, junto a medidas preventivas como el uso de la mascarilla y la higiene.
Esconderse bajo el escudo de los derechos para no vacunarse me parece algo muy egoísta y cobarde, porque se puede recordar que los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás y con resultados oficiales está demostrado que las personas no vacunadas contagian el virus en un porcentaje más alto o que las UCI tienen en su mayoría a personas no inoculadas.
Dirán que soy demasiado ingenuo, pero para cuestiones de vista confío en el oftalmólogo, para hacerme una casa en un arquitecto y para la conducción en las normas de la  Dirección General de Tráfico y, por eso, aunque el cinturón de seguridad es incómodo y es propio para cada pasajero, me lo pongo porque me puede salvar la vida.
Los negacionistas se hacen poco bien a ellos y al conjunto de la sociedad. Reflexionen.