Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Arde España

18/07/2022

Lo sabe todo el mundo, no hace falta que lo recuerden los expertos: los incendios se apagan en invierno. Es el momento de limpiar los montes y bosques a conciencia, despejar los cortafuegos, organizar en los pueblos los equipos de emergencia para que actúen de inmediato y concienciar y educar a los ciudadanos para que extremen los cuidados cuando quieran disfrutar de la naturaleza. Es fundamentar recoger los restos, sobre todo los vidrios,, y por supuesto tomar todas las medidas de precaución para impedir que un fuego o un cigarrillo mal apagados provoquen un fuego pavoroso en cuestión de minutos.

España dispone de medios y buenos equipos para luchar contra los incendios, a los que se añaden los de la Unidad Militar de Emergencia. Y dispone también de voluntarios que actúan con la eficacia de profesionales, así como de civiles que acuden de forma solidaria ante las alertad y se ponen a disposición de quienes saben cómo actuar ante una emergencia. Por tanto no se equivocan quienes insisten en la necesidad de trabajar durante el invierno para impedir los incendios del verano, y las autoridades deberían tomar decisiones.

Desgraciadamente España cuenta con un porcentaje importante de parados, el más alto de Europa. Muchos de los parados, probablemente, se sentirían mejor si se les facilitara la formación necesaria para acceder a un trabajo que contribuye a paliar la devastación de la naturaleza, en lugar de depender de subvenciones que siempre son escasas y que en la mayoría de los casos provocan frustración por la inactividad. Cuando los incendios afectan a miles de hectáreas como ocurre estas semanas, hay que evacuar a pueblos enteros sin que sus habitantes sepan si encontrarán sus casas en pie cuando regresen, es obligado tomar medidas contundentes. No vale llorar sobre la leche derramada, sino impedir que el cántaro se caiga y se derrame la leche.

Sufrimos un cambio climático que nos ha cambiado la vida, porque sus consecuencias pueden llevar al hundimiento de ciudades enteras, provocar enfermedades, destruir para siempre patrimonio histórico y provocar también la desaparición de especies animales y vegetales. Es el principal problema del fututo, que obliga a tomar medidas contundentes en el presente.

Sin palabrería, sino con sentido de la responsabilidad atendiendo las indicciones de expertos. No estamos ante un asunto menor, y el problema es que en muchos casos se aborda con más demagogia que sentido común. No discute sobre si las medidas son progresistas o conservadoras, se promueven regímenes alimenticios ý se imponen hábitos que no solucionan nada sino que pueden provocar problemas mayores-

No cabe dedicar cantidades ingentes de dinero a difundir mensajes cuando, los mismos que los promueven, se deslazan en aviones privados o presumen de superyates que contaminan los mares.

Arde España. Lo que toca en estos momentos es poner todos los medios para apagar los fuegos. Y, después, toca trabajar para impedir que se repitan todos los años, siempre con más virulencia y mayor extensión que la temporada anterior.