Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Fin de curso

24/05/2022

Este curso que termina he regresado a mi universidad madrileña a impartir clases. Llevaba tres años de excedencia por otros proyectos profesionales que compatibilizo. Empezamos con mascarilla (qué horror, dar clase con un tapabocas) y, afortunadamente, profesores y alumnos hemos acabado el curso en este mayo florido, con el semblante ya desnudo. Un joven con la cara media tapada no puede llamarse así. La juventud es explosión de expresividad y hasta el mentón de un joven nos habla. Después de estos años, me he encontrado un aula que trabaja, que se esfuerza. Es una generación que tiene que estudiar mucho. Son alumnos de universidad pública y son conscientes de que la vida profesional solo se les abre con esfuerzo. No cuentan, por lo general, ni con padrinos, ni madrinas, para bautizarse profesionalmente. Este buen rendimiento académico, sin embargo, presenta el reverso de la moneda. He comprobado su escaso bagaje humanista (histórica, literaria, geográfica o filosófica). Les falta eso que en mis tiempos se llamaba culturilla general. Les puedo dar ejemplos de este curso. Desconocen autores del Siglo de Oro español como Lope de Vega o Calderón. No saben quiénes son los sefarditas o qué paso en el llamado Desastre español de 1898. Ignoran nuestra relación con Guinea Ecuatorial y que este país hermano ostenta el don de ser el único país de África en hablar nuestra lengua española. Cuando les hablas de Pérez Galdós, ponen la misma cara que un sueco cuando le presentas un plato de gazpachos manchegos. Tremendo. En general, es una generación cuyo roce con la cultura es mínimo. No leen. No van al cine. El teatro lo desconocen. La televisión o la radio, ni la ven ni la escuchan. Su única patria es el móvil. Desconocen que la cultura les hará más libres. Pero aún así tengo esperanza en ellos. El futuro de un país se juega en el aula. Luego, ya es tarde. El docente es como un sembrador. Tira la semilla por si brota un día. Para este sacerdocio de la docencia no vale cualquiera. Es una vocación. El buen profesor es un bien inmenso para una sociedad. Fin de curso.