Una puerta abierta en Hungría

Agencias
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El país magiar acoge a la masa de refugiados que cruzan la frontera en busca de una vía de escape ante el avance de la ofensiva rusa

Un grupo de personas llega en tren a Zahony, en Hungría. - Foto: BERNADETT SZABO

La invasión rusa de Ucrania ha forzado a cientos de miles de personas a abandonar sus hogares y cruzar la frontera de países vecinos, como Hungría. Y, a diferencia del rechazo a los refugiados sirios que llegaron en la crisis de 2015 y 2016, el Gobierno ultranacionalista se ha volcado esta vez en ayudar.

En el puesto fronterizo de Beregsurány no paran de llegar ucranianos, en su mayoría mujeres, debido a la llamada a filas de los hombres. Todos cruzan la frontera con lo mínimo tras dejar atrás sus casas, coches y negocios.

Lo que el primer día era un puesto improvisado para servir alimentos y bebida caliente en la frontera comenzó ayer a extenderse: aparecieron dos grandes tiendas de campaña con calefacción, un centro de la Cruz Roja para ofrecer también asistencia médica y numerosos baños químicos.

La angustia y la incertidumbre ante el futuro es la sensación común entre los recién llegados, que todavía no pueden creerse que su país esté siendo invadido y bombardeado por Rusia. Évi, una mujer de 70 años, alcanzó este punto desde de la localidad ucraniana de Beregovo, a apenas unos kilómetros de la frontera magiar, y admitió no entender lo que sucede en su tierra. Y siente miedo. «En Beregovo la gente tiene miedo, vemos en la televisión que hay guerra y decidimos venir a Hungría», relata. Su marido, aunque es demasiado mayor para combatir y podría salir de su patria, se quedó en casa porque poseen vacas y caballos que no pueden quedar desatendidos.

Ludmila, una profesora de escuela de 32 años, cruzó la frontera con sus dos hijas de menos de 10 años. Cuenta que procede de una ciudad del oeste, donde todavía no han llegado los combates y que no tiene miedo a los invasores, pero no quiere que sus niñas sufran.

La Policía húngara confirmó que, desde que estalló la guerra, ha registrado 70.000 entradas, aunque esa cifra incluye también a personas que cruzan la frontera a diario por diversos motivos. 

Desde el inicio de los combates tan solo 10 personas han presentado una solicitud de asilo en este Estado, según fuentes oficiales, lo que demuestra que la mayoría pretende volver a su país en cuanto cese el peligro. Desde Beregsurány también se han organizado transportes en furgonetas para llevar a los refugiados a distintas localidades que les ofrecen alojamiento, incluida la capital, Budapest.

 

Apoyo de Rumanía

También Rumanía se está volcando en ayudar al creciente flujo de ucranianos. Miles de personas de a pie se movilizan cada día en coordinación con el Gobierno, las empresas, las iglesias y las ONG para ofrecer manutención, alojamiento, transporte, y todo lo que puedan necesitar,  los que van llegando. «He venido solo en mi coche para poder transportar a cuatro personas, a Bucarest o adonde haga falta», cuenta Bogdan Nicolae, de 35 años, que se halla junto al paso fronterizo de Siret, en el noreste, por donde llegan cada día numerosos ucranianos. Desde el inicio de la guerra parece que alrededor de 43.000 han entrado ya en este país.