Gloriosa contribución

Antonio Soria
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Higinio Anglés fundó el Instituto Español de Musicología del CSIC

Higinio Anglés con el Papa Pablo VI.

Meterse en el jardín de la diferencia entre músico práctico y teórico supone todo un reto que no deja de ser de plena actualidad. Ser uno y trino está reservado en nuestro ideario a entes de otra dimensión, si bien, el ideal como concepto de liderazgo ante un centro superior de enseñanzas artísticas, concretamente musicales, debería aunar lo académico y lo artístico, en primer término, respaldado por una capacidad de gestión suficiente que, desafortunadamente, en la vida funcionarial marca un peso aplastante que, si no se remedia, muy probablemente seguirá imponiéndose. Ejemplo: entre iguales -que nadie lo somos, pero hablando de cuerpos docentes-, quien quiere asegurarse el hecho de promocionar por acceso a un cuerpo superior, no puede hacer mejor que aprovechar la circunstancia u oportunidad para ocupar un cargo directivo, que le dotará de amplia ventaja en la baremación del concurso, próximo en esta región, ante sus iguales quizá con más méritos académicos y artísticos. Ilógico si de lo que se trata es de ascender a un cuerpo superior para impartir docencia, no debería puntuarse tanto, lo que más, ser o haber sido director de un centro educativo.

Atravesando esta visión poliédrica de la personalidad de un músico, gestor, teórico y práctico, hoy vamos a referirnos a esa parte que la Musicología plantea, cuando se define como «estudio científico o académico de todos los fenómenos relacionados con la música, como sus bases físicas, su historia y su relación con el ser humano y la sociedad». Y nos vamos al autor que dio origen, en 1943, al Instituto Español de Musicología del CSIC, el catalán Higinio Anglés (Maspujols, 1888 – Roma, 1969), comentando brevemente uno de sus discursos, titulado Gloriosa contribución de España a la Historia de la música universal, donde defiende que la musicología revaloriza el significado de la música en los pueblos civilizados y pone en valor lo que representa en los países que mantienen su cultura primitiva. Defiende el valor de la música popular transmitida por tradición oral como parámetro fundamental para considerar el nivel de cultura espiritual de un pueblo y de su estudio «científico» para aportar una información, desde la ciencia de la música y etnografía comparadas. Utiliza con frecuencia el término «estudio científico» frente a «conocer el alma» (lo más inefable). Hace hincapié en la importancia de una vida musical elevada para la elevación de la cultura y también de la revalorización del «patrimonio histórico», justificando así el estudio de la musicología con el florecimiento de lo que llama «música moderna», en una visión historicista de intención positivista (desde una perspectiva pretendidamente científica) para justificar el sentido de lo actual o moderno. Religión, pueblo y cultura son las categorías fundamentales, introducidas con una retórica mística y emocional, del mito romántico de lo medieval como paraíso perdido de la unidad espiritual de la nación.

 Anglés pone de manifiesto en este discurso la importancia de superar la «ignorancia y olvido» en que se tuvo a «las glorias de nuestro pasado artístico» en el estudio de la civilización española. Critica la ignorancia, desde mediados del siglo XVIII, sobre un riquísimo arsenal de canciones populares, sobre el florecimiento de la «Música disciplina» en las antiguas universidades y escuelas superiores, sobre las capillas de canto o sobre los monasterios generadores de códices musicales, reprochando la responsabilidad de este olvido al estado, a los hombres de letras y a las universidades, desinteresados por el «divino arte» de la música. 

Esto nos recuerda el ímpetu con el que numerosos historiadores de la música germanos, a partir de la tradición de la teología reformada, sometían las partituras a una exégesis lo más matizada posible, entendiendo la obra artística, en cierto sentido, como una manifestación divina según explica Gerhard, y podemos ver en este razonamiento de Anglés una evidente base de lo que será su visión nacional-católica.