Antonio García

Antonio García


Abastecimiento

06/12/2021

Hace unos días saltó la noticia de que, por problemas de abastecimiento, estas Navidades podían verse mermadas en el despacho de ciertas bebidas, juguetes, móviles y otros productos inseparables de las fiestas, una alarma que hizo a algunos anticipar las compras y hacer acopio de ellas para su bunker privado. Entre las materias primas problemáticas estaba el papel, y ahora se nos informa de que las editoriales lo van a tener crudo para imprimir sus ejemplares, lo que conllevará el aumento de las tiradas iniciales para evitar reimpresiones, o directamente la subida de los precios. Sin embargo, la noticia no parece que haya provocado el pánico entre los consumidores. No se tiene constancia, al menos, de que la gente haya abarrotado las librerías para disputarse a puñetazos un libro de poemas, un ensayo filosófico o una novela laureada. Ateniéndose a esta demanda, diríamos que la literatura no es un bien de primera necesidad como los gin tonics, las consolas o los langostinos. O lo es solamente para los cuatro gatos letraheridos que sacrificarían una comida diaria para no verse privados de sus lecturas. Afortunadamente, y a diferencia de los otros productos de caducidad probada, hay suficiente reserva de libros -saldos antiguos, de segunda mano, alojados en librerías de viejo o bibliotecas- como para no preocuparse ante un hipotético desabastecimiento de librerías. Si dejaran de publicarse novedades es posible que ello redundara en beneficio de los lectores, obligados así a rastrear entre las obras que ya perdieron su lustre de actualidad. Hoy mismo recibo mi lote mensual de libros antañones, descoloridos o cuarteados, pero de mayor vigencia que los que se publicarán mañana.