La paradoja del Govern

SPC
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Las profundas discrepancias son permanentes en el Ejecutivo catalán aunque sorprendentemente no suenan los tambores de ruptura. La obligada suspensión de la presidenta del Parlament fue la última sacudida a sus cimientos a la espera del próximo curso

El presidente catalán está obligado a un continuo ejercicio de funanbulismo en la política catalana. / efe - Foto: Enric Fontcuberta

Al convulsionado Govern de Pere Aragonès le ha llegado también el momento del paréntesis con el parón veraniego. Atrás quedan -aunque por poco tiempo- las permanentes tensiones entre socios, incapaces de consensuar un plan hacia la independencia que anhelan y con la herida abierta por la suspensión de Laura Borràs, aunque, paradójicamente, no retumban los tambores de ruptura. 

El próximo curso político en Cataluña transcurrirá por un camino que presenta unas claves perfectamente definidas y con la sombra de la división cada vez más alargada, como ha reconocido el propio Carles Puigdemont.

Proyectos divergentes

En vísperas del quinto aniversario del referéndum unilateral del 1-O de 2017, el sí a la independencia ha tocado fondo según evidenció el último Barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat, con un 41 por ciento, reflejo de la desmovilización secesionista alimentada por las constantes peleas entre ERC, JxCat y la CUP.

El acuerdo de legislatura, sellado en mayo de 2021 por ERC y JxCat, contemplaba la creación de un «espacio de coordinación, consenso y dirección estratégica colegiada» del independentismo, donde debería cristalizar una hoja de ruta unitaria, pero ese objetivo está lejos de cuajar, ya que los proyectos están muy distanciados.

Tras la concesión de los indultos a los presos del desafío soberanista, en junio del año pasado, ERC apostó por encauzar el procés por la vía de la negociación, a través de la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, que se reactivó en septiembre de 2021 y volvió a reunirse la semana pasada, sin presencia de consellers de JxCat.

Junts da ya por enterrada la mesa de diálogo e insiste en defender la «confrontación democrática» con el Estado, si bien en el Plan de Govern la vía dialogada sigue figurando -al menos hasta 2023- como objetivo a cumplir.

Bloques agrietados

Tampoco la CUP, que facilitó la investidura de Pere Aragonès, comparte la estrategia de diálogo de ERC y, de hecho, ya se negó a apoyar los últimos presupuestos de la Generalitat, lo que quebró la «mayoría del 52 por ciento» independentista de las elecciones del pasado año.

Parece un hecho que el Govern se desliza hacia la superación de los rígidos bloques del procés, al pactar los últimos presupuestos con los comunes y abrirse a volver a hacerlo con las cuentas de 2023.

A ese acuerdo presupuestario podría sumarse incluso el PSC, cuyo primer secretario y jefe de la oposición en Cataluña, Salvador Illa, encabeza ahora mismo las encuestas: los socialistas obtendrían entre 36 y 42 escaños, por delante de los 31-37 de ERC, según el CEO.

Illa ha imprimido un estilo pactista (en contraste con la oposición ejercida por Ciudadanos en la pasada legislatura) y su mano tendida ya ha dado como fruto un acuerdo: la ley que pretende blindar el modelo educativo en Cataluña, con el catalán como lengua vehicular y el castellano reconocido como idioma de uso curricular.

Los acuerdos sobre desjudicialización de la política y protección del catalán, alcanzados en la última reunión de la mesa de diálogo, refuerzan este movimiento tectónico (favorecido por ERC, PSC y En Comú Podem) que está agrietando el bloque independentista y también el no independentista.

sacudida en la cámara. En este contexto de recomposición de estrategias, una nueva sacudida amenazó la semana pasada con zarandear los cimientos del Govern: la suspensión de la presidenta de JxCat, Laura Borràs, como diputada y presidenta del Parlament, con los votos de ERC, la CUP y el PSC en la Mesa de la cámara catalana.

La reacción de Borràs fue furibunda, llegó a acusar a ERC y la CUP de actuar como «jueces hipócritas» y ser «cómplices» de la «guerra sucia» contra el independentismo. Sin embargo, la dirección de JxCat reaccionó con prudencia, mostrando su apoyo a Borràs pero ahorrándose cualquier declaración o decisión que suponga una voladura de puentes con ERC.

Los sectores pragmáticos de Junts, procedentes en buena medida de la antigua Convergència, son reacios a dejarse arrastrar por la estrategia del ala más unilateralista, abanderada por Borràs.

Días atrás, a puerta cerrada, diversos consellers y altos dirigentes de esta formación pidieron a Borràs que diese un paso al lado para evitar un choque parlamentario; el secretario general, Jordi Turull buscó un equilibrio: cierre de filas con la presidenta de Junts pero sin poner en cuestión la continuidad de la coalición de Govern.

En otoño, Junts consultará a su militancia sobre continuar o no en el Govern y los partidarios de romper ya piden adelantarla -por el caso Borràs y porque ERC «olvida» amnistía y autodeterminación en la mesa de diálogo-, pero ahora, en vísperas de un año electoral lleno de incertidumbre, la mayoría de pesos pesados de JxCat no se plantean pasar a la oposición.

Aragonès llama a aparcar batallitas

La desunión del secesionismo obligó al presidente catalán a poner deberes antes de las vacaciones. Pere Aragonès hizo un llamamiento al independentismo a aparcar los «discursos derrotistas» y las «batallitas» para avanzar «paso a paso», con la expectativa de concretar con el Gobierno de Pedro Sánchez, antes de finalizar el año, medidas de «desjudicialización». Y no solo eso. También salió al paso de los reproches de sectores independentistas a los acuerdos suscritos en la mesa de diálogo con el Gobierno reclamando la necesidad de «aislar» toda crítica «vacía», que no sea «constructiva».