No por contada hay que silenciar una de las mejores anécdotas de la historia del fútbol. El masajista llega alarmado al banquillo después de atender a un futbolista que ha sufrido un golpe en la cabeza: «¡No sabe ni quién es!», grita. El entrenador, John Lambie (del Partick Thistle escocés), dice inmediatamente: «Perfecto. Dile que es Pelé y que vuelva al campo ahora mismo». 
Ferrán Torres es todavía un muchacho de 22 años que en la cabeza de algunos aficionados y un puñado de analistas caminaba inexorablemente hacia el abismo, ahogado por la presión de haber movido ya casi 90 millones de euros en dos 'manos': los 34 que pagó el City al Valencia en agosto de 2020 y los 55 que abonó el Barça a los de Mánchester en enero de 2022. «Tiene 'algo' especial», fue la frase con la que Guardiola intentó describir la facilidad innata que el 'niño' tenía para atacar, y entiéndase como «ataque» cualquiera de sus variantes: el regate, la velocidad, el desmarque, la anticipación, la lectura de los espacios… y el gol. Porque Ferrán es un ariete que prácticamente acaba de abandonar la adolescencia y ya cuenta 194 partidos en la élite, 37 goles y 28 asistencias. 
Entonces, ¿por qué últimamente parecía un exfutbolista? ¿Alguien completamente falto de confianza? Ni él mismo supo explicarlo delante de los micrófonos. Dijo «falta de minutos» un par de veces, pero nada de la «falta de fútbol». A veces la única terapia que funciona, sobre todo en el deporte de élite, es la de la insistencia: salir y equivocarse, equivocarse y volverse a equivocar porque si realmente eres bueno, como decía Larry Bird, la única manera de que no regresen los aciertos es dejar de intentarlo. Y si todo eso falla, golpe en la cabeza y probar la de Lambie: durante 45 minutos, Ferrán Torres fue Pelé.