La revista 'Barcarola' rinde homenaje a Luis Eduardo Aute

Emilio Martínez
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La publicación presentó su último número en la Asociación Cultural Albacete en Madrid con la presencia de Miguel, hijo del polifacético artista fallecido

Miguel Aute, hijo del cantautor, posa con el último ejemplar de la revista Barcarola. - Foto: Carlos Paverito

Un emotivo acto cerró la programación conjunta de mes de febrero del grupo de la diáspora representativa de nuestra provincia en la capital de España -la Asociación Cultural Albacete en Madrid-, al que se sumó la Casa de Castilla-La Mancha y el resto de agrupaciones que allí comparten sede, en el que se recordaba y homenajeaba al multifacético artista fallecido Luis Eduardo Aute, quien tanta admiración tenía por nuestra tierra. A la par que servía de puesta de largo del último número doble, el 95/96, de la revista Barcarola, en la que colaboró a lo largo de las cuatro décadas largas de la misma el indudable protagonista del evento al que se recordaba expresamente y que en tantas ocasiones declaró ser «un gran amante de Albacete». Representándolo acudió -«aunque me cuesta mucho y me emociono, no podía faltar», declaró a La Tribuna- su hijo Miguel, quien refrendó el cariño que su padre sentía por nuestra tierra.

Al analizar las causas de ese cariño, Miguel y algunos de los directivos del grupo de Albacete en Madrid que eran amigos personales del artista -del que dentro de un mes se cumplirán dos años de su fallecimiento- coincidieron en varios detalles. Quizás el más significativo, porque con él comenzó todo, fuera que su primer concierto lo dio en el pabellón deportivo del Parque en 1978, organizado por la CNT,  junto a Hilario Camacho y Paco Ibáñez entre otros cantautores famosos de la época. Como tantas veces recordó muchísimas veces, allí a duras penas superó «el miedo escénico de dar la cara ante el público» y le sirvió para actuar ya siempre «con un poco más de seguridad, sólo un poco».

El cartel anunciador de ese recital lo tenía en su estudio de pintura, «que era lo que realmente se sentía él más que un músico», cual apuntó Miguel, a pesar de haber compuesto más de 500 canciones. Por cierto, algunas todavía inéditas grabadas en un cassette antiguo –su pelea con la tecnología era tal que ni tenía, ni quería, correo electrónico o teléfono móvil- y que es posible se conviertan en un disco cuando Miguel y sus hermanos hagan repasen en profundidad el inmenso archivo musical, pictórico -incluyendo dibujos-  y poético que ha dejado su padre. Precisamente ese aspecto de extraordinario creador de versos es lo que le acercó a Barcarola desde sus primeros números -«algunos de ellos y otros posteriores he encontrado aunque todavía sin catalogar», apuntó su hijo- convirtiéndose en colaborador por libre de la revista, en la que estrenó algunos de su poemigas -así llamaba a muchos de sus versos- e igualmente a la que enviaba a veces también en exclusiva sus no menos magníficos dibujos y algún ensayo sobre literatura en general, filosofía, cine, sociedad y tantas materias que dominaba.

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