Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Escansión

24/12/2022

En la canónica biografía de Augusto, Anthony Everitt, no duda en hallar los cimientos de la civilización europea en la consolidación del Imperio que transformó la caótica república en una rígida autocracia. Traigo esto a la memoria a propósito de la verborrea de López Obrador que nos llama prepotentes y la ha tomado con Felipe VI -quizá por cuanto lo percibe disminuido y apocado- para sonrojo de Octavio Paz o Alfonso Reyes. España cimentó y consolidó aquélla civilización predicha por Augusto y la ensanchó al mundo -y una buena parte lo fue el Nuevo-. Hay gentes bienintencionadas que desarman los rudimentos del aquel progreso apelando a otra cosa nueva y fácil               -«facilidad, mala novia», que escribiera Juan Ramón-. La ministro del ramo, doña Pilar Alegría, además de conjugar mal los verbos, ha debido serenar esas novedades que buscan atemperar la categórica presencia de España y su formidable legado cultural en los libros de historia -la novedad calma a políticos como el presidente mejicano y reafirma mucho del carlismo que todavía puede rasparse en algunos nacionalismos nuestros. En realidad, si uno mira de largo, todo trae causa de la Roma de Augusto y Cicerón expresó que si a un romano le era exigible la virtud era, precisamente, por deber su cultura a los griegos. Griegos, romanos y españoles, fueron las capitulares de nuestra tradición judeocristiana, algo que irrita profundamente a la izquierda populista y débil de la América Hispana hay otra izquierda culta que es la esperanza del verdadero progreso. En tiempos de Augusto, el profesor se cuidaba de la sintaxis y de las normas de escansión poética, explicando las frases oscuras o idiomáticas. Everitt nos recordaba nuestros primeros pasos, al referir cómo el estudiante aprendía a leer textos en voz alta con convicción y persuasión -para ello había que dominar el análisis sintáctico y medir bien los versos-. Fueron nuestros primeros pasos -yo recuerdo así a mis viejos maestros- y como recuerda el biógrafo, «no había mucha diferencia del latín y el griego entre el Eton del XIX y las escuelas de la Roma imperial». A López Obrador -y quizá a doña Pilar Alegría- le convendría una ducha fría de escansión poética -lo desbastaría de su natural rudeza-.