Después de la despedida del 22 toca saludar al novísimo 23, marcado por la incertidumbre económica, dentro y fuera de España. derivada de una fatiga ucraniana sin visos de cancelación. Más visible es la verificada tendencia al desgaste de unas indolentes tropas rusas frente a un ejército ucraniano muy motivado que, además, cuenta con el mayoritario apoyo de la comunidad internacional.
Sobre ese fondo de incierto horizonte económico, aunque algo mejor que el del conjunto de la UE, la vida política nacional gravita sobre dos jornadas de urnas previstas para el año entrante. Elecciones territoriales el 28 de mayo que afectan a 12 CCAA y 8131 ayuntamientos, amén de ciudades autónomas y cabildos insulares, y elecciones generales, probablemente el domingo 3 de diciembre, que podrían dar un vuelco a la titularidad del poder ejecutivo instalado en el Palacio de la Moncloa.
En la Moncloa precisamente seguirá estando el centro de gravedad de la política doméstica. Por tanto, conviene saber que Sánchez ha decidido hacer el camino hacia las urnas centrándose en más en la economía y menos en fungibles cuestiones políticas propias del año recién fallecido. Por tanto, mucho escudo social y una buena dosis de amnesia narrativa para que los votantes olviden pronto la hospitalidad del BOE a las exigencias del independentismo catalán.
Sabremos que la apuesta le ha salido mal si en mayo pierde alguna de las 9 autonomías en las que ahora gobierna el PSOE y en diciembre se confirma el triunfo del PP ahora cantado en todas las encuestas, menos en la del CIS. Veremos entonces si la coreada falta de credibilidad de Sánchez se traslada al dictamen de los electores o se queda en los ruidos político-mediáticos que suelen pillar a los ciudadanos con tapones en los oídos.
Lo demás son derivas colaterales, aunque algunas pueden determinar el futuro inmediato de la política doméstica. Por ejemplo: los efectos de la presidencia rotatoria de la UE en la imagen internacional de Sánchez, la facturación electoral de los partidos escoltas -Podemos por la izquierda, Vox por la derecha- y su traslado a eventuales ecuaciones de poder, y los posibles cambios en el tablero catalán como consecuencia de la guerra fratricida entre las dos grandes ramas del independentismo.
Respecto a la evolución del llamado conflicto catalán, sobre el marco temporal de 2023 planea la inesperada firmeza de Sánchez contra los objetivos del independentismo catalán cinco minutos después de que el presidente de la Generalitat los hubiera reafirmado. El cantable de Pere Aragonés es muy preciso: el referéndum de autodeterminación "legal y pactado" será un fruto del diálogo con Moncloa antes de que termine 2023. A la vista de los antecedentes, el inequívoco "no pasarán, digan lo que digan" de Sánchez no frena indeseables conjeturas.