La vida se parece a un río seco, cuando menos te lo esperas, regresa el cauce. Y esto es lo que le ha pasado al Canal de María Cristina de mi infancia, al que llegue a ver descubierto en el tramo que iba de la Fiesta del Árbol hasta prácticamente la vieja vía del tren, a lo que hoy llamamos Parque Lineal. Vecinos de esa zona están indignados porque la dejadez del Ayuntamiento y de la Confederación Hidrográfica del Júcar sobre la limpieza de lo que fue este Canal, ha anegado la zona de plagas de mosquitos. El Canal fue la obra de infraestructura civil más importante en la historia de la ciudad. Es más, seguramente sin ella, la ciudad hubiera desaparecido. En 1804, el Conde de Villaleal, al que le tiramos el precioso palacio que tenía en la calle ancha para levantar el adefesio bancario que hoy lo sustituye, se trajo al rey Don Carlos IV para mostrarle en directo, el desastre humano de aquellas lagunas que circundaban la ciudad, foco de epidemias de paludismo, estando a punto de hundir Albacete. El rey Carlos, al que le pagamos con el tiempo quitándole el nombre de su calle, se estremeció y encargó un canal que reuniera y canalizara las aguas, llevándolas más allá de Valdeganga, hasta Cubas, para verterlas al río Júcar. El rey Borbón murió, pero su nuera, la regente María Cristina, mujer de su hijo Fernando VII, retomó el proyecto y se lo encargó al exministro chinchillano Antonio Cano. Felizmente la obra, la más importante de nuestra historia, concluyó con éxito. Sin embargo, el paso del tiempo hizo de este antiguo canal un vertido de aguas pluviales de la ciudad y de los polígonos, incluso de las aguas fecales de Albacete. El mal olor fue una de las razones de cubrirlo al paso por la ciudad. Sin embargo, el abandono de su cuidado estos años ha dado lugar a la aparición de plagas de mosquitos, causando alarma justificada entre la población. Los mosquitos de Albacete ya son noticia nacional. No es cuestión de fumigar, sino de limpiar a fondo el Canal de doña María Cristina.