Enrique Belda

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Enrique Belda


Humor en tiempos difíciles

05/04/2022

El sentido del humor para afrontar la vida parece una buena recomendación general de relativizar las zancadillas y problemas que nos van a surgir en el camino, pero requiere un mínimo código de uso y unos límites y prevenciones. Los que de manera sistemática lo utilizamos como arma de defensa para sobrellevar nuestros males, sabemos que de cuando en cuando topamos con personas que no lo comprenden, y hay que cambiar el tercio con rapidez.
Es muy usual que la falta de educación, no siempre imputable al sistema o a las circunstancias, te presente delante a sujetos que enarbolan la sencillez y la claridad de lo que hablan y oyen como su propia arma de defensa, y entonces más vale no tocarles las narices. Otras veces, te enfrentas a personas cargadas de traumas o de complejos de inferioridad, que les hables de lo que les hables lo entienden como una crítica personal y tampoco vale con ellas otra cosa que comentar el tiempo y la belleza del paisaje. Lo que se ha puesto difícil es dedicarse al humor y entretener con el humor pues, cualquier broma que se formule, sea la que fuere, es susceptible de herir a alguien o ser enarbolado como afrenta por cualquier colectivo.
Magistral fue una nochevieja de José Mota escenificando una cárcel donde metieron presos a todos los humoristas que habían hecho chistes, cuando no era socialmente reprobable, sobre cada una de las categorías en riesgo de discriminación. Opino que para reírse de los demás hay que tener asumido que se rían de uno, y si es posible, que el autocanchondeo y la autocrítica sean lo fundamental para empezar a hablar de los demás.
Will Smith se ha dedicado en muchos de sus personajes a la burla del contrario y, no teniendo gracia el contexto al que se refirieron a su mujer enferma, carece de argumentos su reacción cuando él mismo se ha movido en esa dinámica. No es de recibo que le suelte una leche de ese calibre al que interpreta un guión que ha pasado varios filtros antes de la gala. Nadie está obligado a acompañar con humor una desgracia y hay que respetarlo, pero tampoco es admisible ni perdonable que se agreda a quien está haciendo un trabajo al servicio, precisamente, de los intereses del agresor y con la cobertura del que le paga los cientos de millones para que su mujer siga viva, en un país donde el dinero marca la diferencia en los tratamientos médicos de manera totalmente decisiva.

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