Un paso no exento de dificultades

María Jesús Álava
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Muchas familias se ven en el drama de decidir si es el momento en el que los mayores con los que conviven deberían ir a una residencia

En este espacio hemos hablado ya de las personas mayores y la soledad que pueden sentir, pero hoy queremos centrarnos en una situación muy humana que preocupa a miles de familias: qué hacer cuando la situación se vuelve insostenible, cuando hay que tomar medidas que no deseamos, cuando hay que decidir si la persona mayor sigue en casa o si es el momento de empezar una etapa en una residencia.

 

¿Qué signos nos indican que una persona mayor ya no puede continuar en casa? 

- Cuando la situación se hace insostenible desde el punto de vista físico o psicológico y la convivencia en el seno de la familia es muy difícil, con situaciones muy límites y con un desgaste imposible de soportar.

- Cuando la infraestructura que necesita la persona ya no puede mantenerse en el tiempo, o la persona «cuidadora» ha llegado al límite y necesita poder respirar.

- Cuando la persona mayor precisa un tratamiento y un seguimiento médico que no se puede garantizar desde casa. 

 

¿Es un problema que se podría salvar con infraestructura y recursos económicos?

No, no siempre, aunque es verdad que en muchos casos eso supone una ayuda inestimable.

A veces una buena infraestructura puede conseguir que la persona siga en casa durante mucho tiempo, pero hay algo que el tema económico no puede suplir, y es el soporte afectivo; la implicación de la familia, la relación con la persona mayor, el que se sienta querida por los suyos, atendida, cuidada, mimada... tratada con la paciencia y el cariño que precisa.?

 

¿Quién se siente peor: la persona mayor o el familiar que toma esta difícil decisión?

Si la persona mayor conserva plenamente sus facultades cognitivas e intelectuales, le puede resultar muy difícil esta vivencia. 

Pero en general los hijos o familiares que toman esta decisión, si son personas sensibles, lo pasan también muy mal. Lo pueden vivir como un fracaso, incluso como una traición, si se sienten culpables.

 

¿Cómo podemos conseguir el equilibrio entre el cuidado de la persona mayor y el sentimiento de culpa de su familiar?

- Siendo muy objetivos con la situación y sabiendo que nadie tiene derecho a juzgarnos y decirnos lo que hay que hacer.

- Sintiendo la tranquilidad que nos da el haber tomado la decisión en base al análisis objetivo de la realidad, y no para satisfacer intereses personales.

- No sintiéndonos culpables, y asumiendo nuestras limitaciones, al no disponer de medios e infraestructura suficiente para que la persona mayor pueda seguir en casa.

- El perdón es más fácil de conseguir cuando sentimos que hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos y no nos juzgamos con una dureza imposible de soportar.

- Si la decisión es una residencia, volquémonos en que la elección sea la mejor, dentro de nuestras posibilidades.

- Llevar a un mayor a la residencia no significa abandonar a esa persona. Pensemos serenamente cómo podemos seguir formando parte activa de sus vidas, cuántas veces podemos visitar a nuestro familiar, cómo podemos contribuir a que su vida en la residencia sea lo mejor posible, cómo nos aseguramos de que recibe los mejores cuidados, cómo conseguimos que siga sintiéndose una persona querida e importante en nuestras vidas...

- Cuando alcanzamos la tranquilidad, de saber que la persona mayor está bien cuidada físicamente, nos queda a nosotros la tarea de completar su bienestar a nivel emocional.

 

Conclusión:

Los hijos que quieren profundamente a sus progenitores, que temen defraudarles y que tienen que tomar una decisión muy difícil, conviene que recuerden que lo que nadie puede darles es su amor, su compañía, su entrega generosa y su cariño incondicional.