Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Colegios mayores

11/10/2022

Un intolerable hecho en un conocido colegio mayor de Madrid ha manchado el prestigio que siempre tuvieron los colegios mayores, por cierto, institución nacida en España y clave en la formación de nuestros universitarios. Mi vida cambió radicalmente cuando la tarde noche del 12 de octubre de 1981 me subí con una maleta cargada de ilusiones a un autobús aparcado en una dársena de la estación de Albacete.  Iba camino de Madrid para estudiar Derecho. Esa noche ya dormí en mi habitación doble del Colegio Mayor Universitario de San Pablo y desde ese momento mi vida se transformó completamente por la calidad humana y, principalmente humanística, que este colegio mayor, referencia en España, me regaló durante los cinco años que como colegial allí pasé. Es cierto que en el primer trimestre aguanté novatadas que hoy se considerarían inaceptables, pero que entonces tenías que soportarlas como rito iniciático para ser admitido por el grupo. Pero también es cierto que tuvimos una relación entrañable y respetuosa con los colegios mayores femeninos de la zona, como el Pino y el Poveda. Incluso fue tal la convivencia que muchos colegiales del San Pablo ennoviaron con aquellas colegiales. Siendo muy joven, llegué a ser director de mi Colegio Mayor durante diez años, quizá mi experiencia vital y profesional más intensa y auténtica. Siento enormemente que un colegio mayor como el Elías Ahuja se haya visto envuelto en un desprestigio tan viral y político. Y lo siento porque he sido testigo de lo que este colegio ha contribuido por la cultura formativa universitaria. Su amplio auditorio de dos pisos albergó el mejor cine y teatro de la universitaria madrileña. También lamento lo sufrido por las colegiales del Santa Mónica, para mí uno de los mejores colegios femeninos de Madrid y en el que colaboré cuando la recordada sor Pilar fue su directora. Estoy seguro de que este lamentable incidente será superado. Lo que más me preocupa es qué van a hacer con los colegios mayores, hoy convertidos muchos de ellos en meras residencias mixtas, ayunos de un serio proyecto formativo, cada vez más parecidos a aquella «Casa de tócame, Roque» y ahora puestos en la diana del populismo político, ese que iguala por abajo.