Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


El Parlamento como espejo distorsionado

14/03/2023

La variedad del electorado y la gran diversidad y riqueza de la sociedad española, se traslada políticamente a las Cámaras del Parlamento en las ideas y en los modos. Leo con interés las opiniones de todo tipo de políticos, periodistas y opinadores sobre el espectáculo bochornoso que estas semanas hemos presenciado en la disputa interna de la izquierda y la distracción necesaria que exige atacar a la oposición. Comparto con ellos que la dignidad de las instituciones, y del día histórico de las mujeres, exigiría un mayor decoro, pero me asombra que todos se queden en dirigir su mirada censora sobre los que protagonizan los incidentes.
Lo cierto es que en España encontramos personas que se saben comportar, como la mayoría de diputados y senadores, y personas que con independencia de sus estudios o ingresos carecen por completo de educación, filtro y medida. Por eso yo no me extraño ni escandalizo con lo que vemos en las sesiones. Más preocupante, eso sí, es que se transgreda la legalidad apelando a razones tan imprecisas como que el parlamento es de todos, y se puede decir y hacer lo que a cada uno convenga sin consecuencias.
En efecto, nuestra Constitución admite el infinito, incluso su propia destrucción, siempre que los métodos y caminos empleados sean pacíficos y acordes a la ley. ¿El ruido? No es nuevo. ¿Las maniobras de las minorías para llamar la atención con golpes o gritos? Pues tan antiguo como el Parlamento.
Si el elector ha perdido la prudencia es natural que no se la pidamos a los representantes. ¿Pero arregla esta exaltación de doctrinas políticas cada vez más intolerantes la necesidad de la calle? ¿Qué parte de culpa tenemos todos aquí? Llegan votaciones, así que nos lo podríamos preguntar. Cuando los debates que tienen que ver con el cumplimiento de nuestros derechos (alimentarnos con el sueldo que tenemos, calentarnos, echar gasolina) desplacen en el faro público a los cruces de ortodoxia sentimental o secundaria impuestos por la extrema izquierda populista, estaremos más cerca de la clase política que de las distracciones propias de un plató de televisión tras la medianoche.

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