Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


'Los caníbales'

23/07/2022

Dice Montaigne que la adivinación es sólo un don de Dios, y por ello debiera castigarse como a cualquier impostor a quien de ella abusa. Montaigne se despreocupa aquí de las artes adivinatorias por cuanto siendo un don divino toda arte es paganismo. El ensayista va más allá. El don de profecía es distinto al de adivinación. Así en Romanos 12:6: «De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe». Y así en Samuel 15:23, «porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación (15:23)». Montaigne aborda la adivinación en uno de sus más celebrados ensayos -Los caníbales-. Discurre acerca de los bárbaros. A sus prisioneros les confieren un trato exquisito, aunque terminen destrozados a golpes de espada; y hecho esto «le asan, se lo comen entre ellos, y mandan algunos trozos a los amigos ausentes». El impostor jamás es comido. Comerse a otro atesora reglas: repele guisar a un muerto, pero es más horrendo comerlo vivo. Los adivinos que desacertaban (por abuso del don) eran castigados -por el abuso y no por doméstico uso del recibido don-. Siguiendo a Samuel el pecar adivinatorio es rebeldía y obstinación. El abuso sólo favorece una facción que necesita imperiosamente la defensa del ídolo. Al contraponer a nuestros adivinos con las prácticas bárbaras, Montaigne es hombre templado. Es cierto que comen hombres -incluso trozos elegidos se envían a magistrados de provincias- pero el mismo ritual les compadece antes en grado sumo. El caníbal no muestra impostura y es respetuoso con la regla. Las bienaventuranzas o malandanzas terrenales procuran escudarse en los alquimistas, adivinos, quirománticos, astrólogos, médicos y al decir de Horacio «id genus omne». Todos impostores paganos. En nuestro mundo adivinación y paganismo son preteridos, al modo alegórico, por el canibalismo. Uno desea la adivinación respetuosa y quizá la profecía medida, aunque reciba impostura y escándalo. Y en ese tráfago sueña con cebar al adversario en su doméstica casita de chocolate. Y darse un almuerzo tranquilo para decir y decirse: «los bárbaros son ellos». Y apartar un trozo para el magistrado.

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