Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Apoplejía

28/01/2023

Se ha escrito mucho del Churchill de Andrew Roberts del que se dijo ser la biografía definitiva -otra cosa es definitoria-. En tiempos de guerra Churchill es un gran argumento de conversación. Europa padece hoy de apoplejía -a los europeos la guerra les aburre y empieza a importunarles el altísimo gasto-. La apoplejía europea viene de lejos -sin democracia burguesa y tradición judeocristiana, orillado el patriotismo republicano, no hay valores de altura que defender-. Churchill se recuperó casi por completo de la apoplejía que sufrió en 1953. Roy Jenkins, el canónico autor de su biografía, habla de cómo el velo de secreto en torno a la enfermedad del primer ministro fue un milagro («en los peores momentos permaneció coherente aunque su habla era confusa. Le costaba encontrarse la boca con el puro, se mantenía en pie con gran esfuerzo y solo podía dar unos pasos vacilantes») y ese mismo velo hizo aflorar el mapa de sus relaciones personales: a quiénes quería ver y a quiénes no quería ver. Un hecho definitorio en la vida de Churchill -la biografía de Andrew Roberts muestra aquí carencia- fue el retrato de Graham Sutherland, principal regalo por su 80 cumpleaños de la Cámara de los Comunes, retrato que aborreció (Clementine lo hizo cortar y quemar) por cuanto decía que le hacía parecer viejo y en las últimas («lo que era cierto» -dirá Jenkins-) y porque mostraba un rostro cruel. El disgusto por el retrato hizo que sus amigos pergeñaran la idea de que posara para Salvador Dalí -algo que rechazó de inmediato-. En la vida política llega un momento personal de cierto abandono, parece uno bajar los brazos, echarnos a un lado, quizá por no aceptar que somos copartícipes del fracaso, y así ya vemos y hablamos con quienes queremos -y no con otros- por cuanto aflora nuestro mapa de relaciones, ese mapa (ay) que siempre es el reparto sentimental y trágico del Rey Lear. Gladstone y Churchill fueron los hombres más notables de Inglaterra -dominaron la escena mundial cada uno en su tiempo- y apelaron a la moralidad de sus votantes frente a toda apoplejía. En la tribulación siempre cura la biografía de Jenkins y el empeño de Churchill por encontrarse la boca con el puro.