Albacete es protagonista de la exposición de Carlos García

Emilio Martínez
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El artista paisano, que ha ganado varios premios, tiene un archivo con más de 15.000 instantáneas

Carlos García Sánchez, en la exposición fotográfica. - Foto: Carlos Paverito.

Llevo un total de 35 años de propina y actos como éste no sólo me ayudan, sino que me emocionan: Gracias a todos». Con gran emotividad y sin poder evitar las lágrimas, fueron las palabras del fotógrafo Carlos García Sánchez el pasado sábado día 2 al término de la inauguración de la muestra de fotos que ha colgado en la sala de la Casa Regional en Madrid donde estarán expuestas a lo largo de tres semanas. Como la selección de las 40 ha partido del propio autor tras aceptar la entidad que tuviera esta libertad absoluta, es normal que haya mayoría de las dedicadas a su tierra albacetense, de la que desde su llegada a Madrid se jacta de pertenecer aunque por motivos laborales desde entonces resida en la capital de España  más de medio siglo. 

La exposición, cuya puesta en marcha se ha ido retrasando muchos meses a causa de la pandemia, está siendo muy visitada y en el libro de firmas de la misma se recogen las felicitaciones que los visitantes que lo deseen dejan escritas. Su referencia a la propina, que no todos los muchos asistentes a la inauguración sabían, se debe a que el fotógrafo -colaborador de esta sección semanal de La Tribuna- que firma con el apodo de su padre, Paverito,  el que fuera un banderillero muy famoso, junto a Barberillo, en la década de los 50 y 60 -estuvo a punto de fallecer en 1987. Fue debido a un ictus -lo que entonces se denominaba como derrame cerebral- que le dejó al borde de la muerte hasta el punto de que el paisano entró en coma durante mes y medio, del que todos los pronósticos apuntaban a que no saldría vivo. 

Sin embargo de manera milagrosa salió de tal estado aunque prácticamente sin poder mover las extremidades ni valerse por sí mismo. Su sentido del humor, muy de la tierra le lleva a explicarlo así: «Como no sabía de tales pronósticos, me dije a mí mismo en tan graves y adversas circunstancias: voy a darles una sorpresa, creo que buena, como corresponde a un tío de Albacete, qué pijo».

Sin embargo con lo que sí acabó el suceso fue con su brillante carrera profesional en la hostelería y las relaciones públicas de la misma que le había llevado a ser el primer maître y jefe de diversos importantes establecimientos, incluyendo el último, la entonces famosa sala de sevillanas El Portón, donde una discusión cargada de varios insultos incluidos con un cliente de la alta sociedad le afectó tanto que se cayó redondo al suelo y obligó a ingresarle de inmediato en un hospital. Allí los médicos dijeron a su familia que prácticamente no había nada que hacer y que fueran pensando en desconectarle de los múltiples aparatos que le mantenían vivo pero con electroencefalograma  plano.

Precisamente por esta razón su presentador en este acto de inauguración, José Fernando Sánchez, máximo mandatario de la Casa, crítico de arte  y experto cultural, dijo que sentía una enorme admiración por Carlos y calificó sus fotos como «originales y únicas desde su mirada de artista que estremece las fibras sensibles de quien las vea aunque no sea entendido». Agregó que más allá de la trayectoria artística de su autor, había que valorar el esfuerzo y sacrificio enorme que hizo para ir recuperando muy ampliamente la movilidad, a la par que  anulando la mayoría de los problemas que le causó el derrame. «Es un ejemplo de lucha para todos y cada uno de nosotros y un privilegio para nuestra entidad que aceptara la propuesta de ofrecer estas obras». Otra cuestión que demuestra la bonhomía de Carlos cuando por fin le llamaron de la entidad, un par de semanas atrás, para ir preparando la muestra es que sólo impuso una condición imprescindible: que no era partidario de que se vendieran las fotos, o en todo caso si se hacía por compromiso, el dinero se donaría a alguna ONG o entidad similar de Madrid o incluso en el Cotolengo albacetense -lo que decidirá cuando se clausure la exposición-. Sin descartar que la propia Casa y también los grupos de la diáspora de las cinco provincias autonómicas se las queden para regalar a los conferenciantes que a lo largo de cada año participan en sus múltiples actos culturales.

El albacetense, que mantiene cierta fama en Madrid donde ha ganado varios concursos, es un fotógrafo compulsivo que siempre camina con su cámara, lo mismo que lleva a cabo en Albacete, ciudad que visita varias veces al año y siempre en Feria. De tal modo que en su archivo dispone de más de 15.000 instantáneas en total, una tercera parte de las cuales son de la tierra. De ellas ha elegido las que considera más representativas para esta exposición, además de otras muchas de variada temática. 

edificios y lugares. Sobre todo de edificios, plazas y calles, siendo obligadas las que dedica al Pasaje de Lodares, el Ayuntamiento viejo, las Casas de Hortelano y Perona, el depósito de agua de la Fiesta del Árbol etc. Sin olvidar monumentos y estatuas como la del homenaje al cuchillero en el Altozano, la bicha de Balazote o las dedicadas a Chicuelo II -en el cementerio y la plaza de toros-, Juan Montero,  también en el cementerio, y Dámaso González. Y también  a la que considera «el más bello y fotográfico coso taurino de España» en referencia al de la tierra, claro. En cuyos tendidos tantas veces estuvo de pequeño viendo actuar a su padre el banderillero Juan García Paverito, muy famoso en su tiempo y que actuó a las órdenes de Pedrés, Chicuelo, Emilio Redondo, Abelardo Vergara y otros matadores de la época. Un coso al que no falta cada año durante los días de estancia en la Feria.

Su dedicación a las fotos la valora como lo que el tiempo ha convertido en un guiño del destino, tras sus diversos trabajos  en restauración en cafés emblemáticos albacetenses como La Española, Las Vegas, Aldonza y Manila, lo hizo en la primera  tienda de navajas abierta en Albacete, La Caperucita, en la calle Marqués de Molins y que tenía también un estudio fotográfico, donde le prendió la afición y se le quedó para siempre.

Después, con sólo 20 años marchó a Madrid donde hizo una rápida carrera de prestigio en otras cafeterías, restaurantes, discotecas y salas de baile muy de moda en los años 70 y 80, como, entre otros, La Brasserie, Vanity y El Portón -propiedad de los no menos populares Mario Conde, Juan Abelló y Lucio, ya como primer maître, hasta que en estas última aconteció el incidente que casi acaba con su vida. 

Del que, tras el coma, salió sin ningún tipo de movilidad y problemas en el habla. Lo que a base de esfuerzo en una durísima rehabilitación durante varios años, ha limitado sus consecuencias grandemente para llevar una vida relativamente normal. Es más, sus ansias de saber le llevaron a aprovechar su tiempo libre para varios cursos de fotografía, literatura, historia de España y de Madrid, música y folklore.